EL APRESTO DOMINICAL

Bancos aún desajustados

El BCE hace su mejor política monetaria, pero sus otras labores, compartidas con la CE, de supervisión de los bancos de la eurozona sigue un camino mucho más lento de integración. El colectivo europeG le dedica su último análisis.

La banca europea sigue más concentrada en el capital que en la expansión por la eurozona

Banco Central Europeo

Banco Central Europeo / periodico

JOSEP-MARIA URETA

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Van a coincidir, en pocas semanas de diferencia, los resultados electorales del 26-J con la presentación de las empresas del Ibex 35 de sus resultados en el primer semestre del año, con todo lo que significa en proyección anual. No habría por qué vincular resultados electorales con resultados empresariales, pero si se atiende bien al estado de la economía española tampoco hay que menospreciar esa opción. Por si acaso, el presidente del BCE, Mario Draghi, gran experto en anticipaciones, ya anunció que el banco emisor estaba dispuesto a comprar también bonos corporativos de las grandes empresas. Traducción: tras sanear bancos, también hay apoyo a grandes corporaciones que no pueden caer.  

Vaya como vaya el debate público, que en España está secuestrado por los medios televisivos más populistas/populares, la oportunidad perdida es que nadie parece entender que la debilidad española más profunda, la que más, no es el paro sino la dependencia de un sistema financiero europeo que está cambiando sus reglas de gobierno. Pertenecer al eurosistema nos ha salvado, y también beneficiado a las empresas que lo hacen bien y exportan, de una gestión más que pésima de las cuentas públicas.

No hay esfuerzo suficiente para entender a fondo lo que supone pertenecer no solo a una moneda común sino también a la regulación supranacional de la actividad financiera. Son las actuaciones contundentes del BCE para que a nadie le falte un euro en el bolsillo, aunque no se lo haya ganado. Eso significa la continua inyección (es decir, imprimir billetes) de euros del BCE hasta llevar los tipos de interés a la zona cero, un sinsentido que se irá revelando como contraproducente, aunque no se entienda en el marco actual depresivo de las economías europeas.

Para recuperar distancia y análisis de lo que está pasando en el mundo bancario europeo (que no es hablar de financiación), vale la pena leer con atención el documento número 8 que ha difundido el colectivo de opinión europeG (www.europeg.com) impulsado por Antoni Castells (UB), Josep Oliver (UAB), Emilio Ontiveros (UAM) y Martí Parellada (UB), con la profesora Gemma García (UB), sobre la transformación de la banca europea ante las nuevas imposiciones regulatorias de su actividad que han dictado el BCE y la CE (comisión europea, también llamada simplemente Bruselas).Se pregunta si, más allá del papel del BCE, los bancos de cada país han sabido entender esta oportunidad para crecer y asentarse en todo su territorio natural (la moneda común). 

¿Se han adaptado los bancos de la eurozona a las facilidades de compartir moneda para expandirse más allá de su territorio natural? ¿Qué lo ha impedido? ¿Pueden superarse las anomalías?

A la primera pregunta la respuesta es un no rotundo. La mayor parte de los bancos de la eurozona siguen siendo nacionales y la penetración en territorios ajenos es anecdótica. Las pocas concentraciones de bancos, sobre todo en España, han sido endogámicas nacionales. Y a su vez, sobreviven cientos de pequeños bancos en otros grandes países de la UE, como Alemania e Italia, los dos países que están en el punto de mira del BCE por los lados oscuros de sus balances.

A la segunda, responde el grupo de opinión ('think tank' para eruditos) con su parte central de análisis. Es cierto que tras el colapso mundial del 2008, y que en Europa tenía peculiaridades distintas a las de EEUU y sus hipotecas de dudoso cobro (subprime), la banca europea inició un camino, de acuerdo con normas internacionales, para mejorar la solidez de sus balances, incrementando para ello sus niveles de capital. Si las inversiones son dudosas (inmobiliaria, sobre todo) hay que tener muchos más recursos propios para afrontar los fallidos. Esa estrategia, no obstante, ha tenido tres efectos menos contabilizados: que si hay que tener más capital, habrá menos dinero para prestar; que si no hay mecanismos europeos que garanticen que los bancos europeos tienen el respaldo de organismos supranacionales en caso de dificultades, se dudará de su capacidad para afrontarlas; y que hay una doctrina contradictoria entre quienes postulan que los bancos se fusionen (a ser posible con los de otros países) y a la vez adviertan de que la concentración bancaria genera un exceso de poder y de influencias, concretada en la expresión too big to fail, too big to fail,demasiado grande para dejarlo caer, por sus efectos destructivos en todo el tejido socioeconómico. El exgobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King, ha hecho de esa contradicción su bandera para dudar del futuro del euro.     

Pues eso: ¿qué hacemos con los bancos? Porque siguen siendo parte del problema.