Dos miradas

Banalidad

EMMA RIVEROLA

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Nació Junts pel Sí, un poco a regañadientes, con algo de chantaje, con mucho de experimento. Se celebraron las elecciones, ganó, pero un escaño escurridizo se burló del invento. Y Junts pel Sí se ha volatilizado ante la nueva cita en las urnas, pero no las ganas de seguir ensayando. Para las próximas elecciones generales, la Convergència de Artur Mas se oculta tras una nueva marca: Democràcia i Llibertat. ¿Es necesario? No está claro. Los incondicionales de Mas quizá se pierdan con tanto cambio, y a los que reprueban las décadas de corrupción difícilmente se les engañará con un cambio de etiqueta.

ERC también experimenta y envía al Senado al juez Santiago Vidal, que ya ha anunciado su intención de decirles a los miembros de la Cámara alta que son unos inútiles y que se vayan. El cabeza de lista del Congreso de ERC es Gabriel Rufián, un joven que hace del castellano su bandera y muestra una empalagosa tendencia a las rimas fáciles y los argumentos aún más simples. Se pasea por el cinturón metropolitano con el arrebato del hijo pródigo que retorna. Y así, entre unos y otros, la banalidad se instala en el arco político. Las artimañas para arrancar un puñado de votos se tornan pueriles y de trazo grueso. Ahora cambiamos el nombre, ahora acudimos al mercado de fichajes de invierno. Parece una broma, pero no lo es. Y en el aire flota un irritante tufo a operación de márketing y una desagradable sensación de tomadura de pelo.