barceloneando

El balcón ecuménico

Adrià, Aitor, Marc y Amanda, con sus respectivas banderas en el balcón del piso que comparten en el número 49 de la calle de Sardenya.

Adrià, Aitor, Marc y Amanda, con sus respectivas banderas en el balcón del piso que comparten en el número 49 de la calle de Sardenya.

OLGA MERINO

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Me tenía muy intrigada un balcón descubierto por azar, una balconada tan universal que luce colgadas de la barandilla cuatro banderas, una al lado de la otra: la de la República con su franja morada, la senyera, la española con el toro de Osborne y la estelada independentista. O sea, el menú completo. Así que, el domingo pasado, golpe de moto hasta el número 49 de la calle de Sardenya, a esa hora de la tarde en que las gentes de bien se recogen como preludio fatídico del lunes.

Confieso que arrastro cierto canguelo calle abajo. ¿Quién vivirá en ese piso? ¿Se tirarán los platos a la cabeza en cada sobremesa? ¿Me abrirán la puerta? Quizá se trate de alguien tan empachado de política que tiene la colección de enseñas en el barandal justo para que le dejen en paz. ¿Y si padece un trastorno cuatripolar? Ya no tengo edad para estas lides, me digo.

Ante el portal, la primera en la frente: ¿entresuelo, principal o primer piso? La lógica visual sugiere que el del medio. Riiiiiiiiiiing. Trago saliva. Nada. A probar suerte con la otra puerta. Riiiiiiiing. Segundos elásticos como un chicle y, a todo esto, la terraza del bar atestada. Parezco una testigo de Jehová con los zapatones de viuda. Nada. Tampoco abren y, sin embargo, sale humo por los postigos entreabiertos. Humo de cigarrillo, que no metafórico.

En las novelas negras, los detectives suelen husmear en las tabernas aledañas al lugar de los hechos, así que entro en el bar Siscu, regentado, a pesar del nombre, por un ciudadano chino que también ostenta un espíritu muy ecuménico: tres estandartes cuelgan en las paredes del establecimiento para satisfacer a toda la parroquia futbolera: el del Barça, el del Espanyol y el del Real Madrid.

Pregunto al jefe chino si conoce a los inquilinos del piso de las banderas y contesta que sí, que los ve pasar de vez en cuando, de manera que le entrego una cartita explicando lo inexplicable para que se la entregue cuando los vea. Pero la nota acaba en una balda, entre la botella de Larios y la de Beefeater, un trampolín perfecto para la charca del olvido. Así que insisto: «¿Pero en qué piso viven?». «En el primero», responde.

De vuelta al telefonillo, a la primera intentona responde una amable vecina: el balcón de los emblemas es el de al lado. Llamo. Abren. Y subo a pie para dilatar el tiempo.

El misterio se resuelve en el mismo rellano con unas cuantas risas cómplices. Resulta que es un piso donde viven universitarios de la cercana Pompeu Fabra, cuatro jóvenes que estudian Derecho o Empresariales, nacidos todos en 1994: Amanda (en Tivenys, cerca de Tortosa), Marc (Palma de Mallorca), Aitor (también en Palma) y Adrià (Benicàssim).

Pequeñeces domésticas

«Todo comenzó —explica Adrià— cuando Marc quiso colocar la del toro de Osborne. ¿Ah, sí? Pues, entonces, yo planto la mía, la republicana». Y así el balcón se fue poblando de enseñas. ¿Conflictos ideológicos en la vivienda? Ninguno. A lo sumo, por pequeñeces domésticas que Amanda suele disipar con mucha mano izquierda y una frase del estilo «deberíamos limpiar, ¿no?».

Una vez roto el hielo, los jóvenes confiesan que también estaban algo tensos mientras la incógnita subía las escaleras en la atardecida del domingo. ¿Habrían contravenido alguna ordenanza municipal? ¿Les caería una multa? ¿O acaso sería algún friki (servidora) con ganas de gresca e indignado por la extraña convivencia de blasones? Una vez les llegó vía Twitter una foto de su balcón con el comentario: «No m'agradaria sopar per Nadal a aquesta casa».

Los cuatro votarán por correo en los comicios de sus municipios de origen. A los mallorquines y al de Benicàssim les tocan, además, autonómicas. Los de Derecho acaban de examinarse de Penal. ¿La pregunta estrella? Delitos patrimoniales, estafas, blanqueo y todo eso. Muy acorde con los tiempos.