IDEAS

Balance del Palau

XAVIER BRU DE SALA

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Quien busque diferencias sustanciales entre la etapa anterior y la actual del Palau de la Música las tendrá que buscar en la gestión, no en el modelo. Si pretendemos sintetizar los cuatro años de presidencia de Mariona Carulla, basta con dos palabras: continuidad y honestidad. En el panorama musical de Barcelona, el Palau ocupa el lugar de antes. Podemos detectar mejoras y una mayor diversidad en la oferta, pero no un giro. La razón de fondo es que, salvo voces aisladas pero a menudo muy autorizadas, nadie ha planteado una alternativa profunda que ligue más el edificio a su función histórica primera. A las administraciones que son corresponsables, a los medios de comunicación, a la gran mayoría de usuarios, a los críticos y a los observadores, el modelo actual, que nos abstendremos de bautizar con el nombre de su autor, ya les va bien. Millet robaba y se acabó en seco. Es todo lo que se pedía pero no todo el que se podía hacer. De aquí a convertir el venerable edificio y la gente que lo rodea y lo dirige en motor de excelencia musical de producción propia -la de la oferta es incuestionable- todavía media una buena distancia que recorrer. Las personas idóneas para emprender este camino son Mariona Carulla y el director, Joan Oller.

No es precisamente el candidato opositor a la presidenta que ha enderezado el buen nombre sin que tambaleara la estructura, la persona que plantea nada semejante a un nuevo rumbo. Pau Duran, que en la época oscura fue tesorero del Orfeó Català, asociación fundadora y copropietaria de Palau, presenta poca cosa más que la idea de un centro cívico o ateneo, aliñado con una promesa de corte populista basada en descuentos a los socios, que no se podrían llevar a cabo sin aumentar lo que entre todos, vía administraciones, aportamos al funcionamiento del Palau. Por la entrevista que ayer publicaba este diario, no parece que detrás de su candidatura haya algo más que una ambición personal desmesurada.