EL AMFITEATRO

Bailando en el museo

Un 'Cascanueces' de Nacho Duato, la vida de Pina Bausch y las bailarinas en mármol de Antonio Canova, en Berlín

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ROSA MASSAGUÉ

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Se acerca la Navidad y los países del frío mantienen la tradición de representar en estas fechas 'El cascanueces', el mágico ballet de Tchaikovsky. El Staatsballet de Berlín, la compañía de los tres teatros de ópera de la capital, que dirige Nacho Duato, lo ha hecho en la Deutsche Oper con una coreografía que firma el propio director valenciano. La vida artística de Duato ha estado estrechamente ligada a la danza contemporánea. Sin embargo, en esta ocasión presenta un 'Cascanueces' totalmente clásico.

El Staatsballet no pasa por su mejor momento. Cuando todavía faltan tres años para que expire el contrato de Duato con esta compañía, ya se ha anunciado su sucesor (en realidad serán dos, Sasha Waltz y Johannes Öhman). En los dos años que lleva como director, no ha habido toda la implicación que debería. Tampoco la prensa ha sido muy benévola con su trabajo. El intento de presentar sus propias coreografías no ha sido muy bien recibido por una compañía de ballet clásico que además es la única que hay especializada en Berlín, después de que los conjuntos de danza de los tres teatros de ópera de la capital se fusionaran hace más de diez años.

La decisión de retirar un 'Cascanueces' estrenado en el 2013, que firmaban los rusos Vasily Medvedev y Yuri Burlaka, basado en la coreografía y los decorados originales de 1892, tampoco le ganó apoyos, especialmente por el elevado coste de la reconstrucción difícilmente amortizable tras un recorrido tan breve. La sustitución de aquella producción del ballet de Tchaivoksky por otra que lleva su firma, tampoco. En este 'Cascanueces' hay pocas ideas nuevas, escasa inspiración y un uso limitado del gran bagaje de la tradición clásica. El envoltorio, la escenografía que firma Jérôme Kaplan, siempre en términos clásicos, es sugerente, pero el meollo, la danza, depara pocas sorpresas.

El desasosiego reinante en la compañía, al que cabe añadir el malestar expresado públicamente por sus bailarines por los futuros directores, queda reflejado en la interpretación. Este conjunto tiene una excelente primera bailarina que es la ucraniana Iana Salenko. Con su pequeña estatura es ideal para el papel de Clara, la niña que como regalo de Navidad recibe un cascanueces que, en sueños, se convertirá en un príncipe. Técnicamente demostró porqué es también estrella invitada del Royal Ballet de Londres, pero también ella, acompañada por Marian Walter como Príncipe, parecía contagiada de este ambiente poco propicio. Algunos desajustes con la orquesta de la Deutsche Oper, dirigida por Marius Stravinsky, tampoco ayudaron.

PIONERA DEL CONTEMPORÁNEO // Para los amantes del ballet contemporáneo, el clásico es cosa de museo. Pero es en un museo donde puede verse la historia de una de las coreógrafas que más impacto ha tenido en el contemporáneo. La galería del Martin Gropius Bau presenta una exposición dedicada a Pina Bausch (1940-2009), una de las pioneras de la danza moderna y creadora de lo que se ha llamado 'danza-teatro', un estilo propio que ha hecho gran fortuna en el mundo del ballet.

El material expuesto es abundantísimo. Numerosas fotos, videos, trajes, bocetos, guiones de obras. Muestras de aquellos primeros 'Kontakthof' o 'Café Müller, hasta 'Masurca Fogo' o 'Bamboo Blues'. Ahí está concentrada una vida dedicada a la danza como si fuera una religión de la que Bausch, con su aspecto enjuto y austero, era la gran sacerdotisa.

Y lo más interesante de la muestra es la parte de su vida menos conocida. Sus inicios, con 15 años, en la Folkwangschule que dirigía Kurt Jooss en Essen, quien le inoculó el gusano de la 'danza-teatro'. Su llegada a la Juilliard School de Nueva York con un beca, y sus apariciones con la compañía de ballet del Metropolitan, ya fuera en las óperas 'Tannhäuser' o 'Alceste'.

Luego, el retorno a Alemania. Su incorporación a la compañía que Jooss había creado  hasta que empezó a volar por cuenta propia en Wuppertal. El resto es bien conocido y se puede respirar en la reconstrucción de la legendaria sala de ensayo de la compañía en un antiguo cine de aquella ciudad alemana, el Lichtburg, que en Berlín ocupa el centro de la exposición.

BAILARINAS EN MÁRMOL // Otro museo berlinés dedica también espacio a la danza, plasmada en este caso en mármol. El Bode-Museum ha logrado reunir tres obras de Antonio Canova (1757-1822), el escultor más importante del neoclasicismo italiano. Las tres son bailarinas a tamaño casi natural y parecen desafiar la ley de la gravedad. Vistas por delante, la transparencia del traje esculpido deja ver el pubis y el vientre de la muchacha. Por atrás, los numerosos pliegues del vestido que el aire hace volar son de una ligereza que solo un gran escultor es capaz de extraer de un trozo de mármol. 

La 'Bailarina con los brazos en la cintura' fue un encargo de Josephine Beauharnais, la primera esposa de Napoleón, y ahora se encuentra en el Hermitage de San Petersburgo. 'Bailarina con un dedo en la barbilla', fue un encargo de un banquero italiano, y 'Bailarina con címbalos' lo fue del conde ruso Andreas K. Razumovsky. Si el gran atractivo de la exposición es el poder ver juntas las tres obras, no es menos interesante todo el material que las acompaña, los primeros bocetos a lápiz y muy en particular una serie de dibujos a témpera sobre papel.

Canova era un gran amante de la danza y del mundo del espectáculo en general siendo un activo partícipe en debates sobre el mundo del teatro. Curiosamente, la inspiración para sus esculturas no la encontró --aunque seguramente le ayudó-- su afición a la danza y sus viajes a los pueblos romanos para ver los bailes populares. Fueron los frescos hallados en varias villas de Pompeya que habían sobrevivido a la erupción volcánica lo que alimentó sus creaciones, ya fueran esculpidas en mármol o dibujadas sobre papel, siempre sobre un fondo negro. 

Toda la obra expuesta en el Bode-Museum está centrada en las bailarinas, pero hay un único dibujo de un bailarín. Parece imposible que el mismo artista, capaz de plasmar primero en papel y después en mármol la levedad, belleza y el porte aéreo de una mujer que baila, pueda hacer un dibujo tan tosco y tan desproporcionado de un muchacho en posición de 'port de bras'. Pero, ya sabemos que nadie es perfecto.

El ballet 'El Cascanueces', visto el 1 de diciembre. La exposición 'Pina Bausch und das Tanztheater' está abierta hasta el 9 de enero. La exposición 'Canova und der Tanz', hasta el 22 de enero. 

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