Editorial

El azote de la pobreza extrema

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En el año 2013 el índice de pobreza severa en Catalunya era del 9,1%, mientras que actualmente, cuando oficialmente se ha acabado la crisis, la tasa de familias con ingresos menores al 40% de la renta media ha ascendido al 10,6% de la población. Preocupa ese aumento porcentual, pero aún más el fenómeno que ocultan las cifras: la cronificación de la pobreza más extrema y la imposibilidad de salir de ella por parte de quienes la sufren.

Crecen las macrocifras de la economía pero también las de quienes han quedado a un lado del progreso quizá para siempre. Ni siquiera un empleo es ya suficiente, porque la precariedad del mismo y los salarios bajos conducen a la figura del trabajador pobre de por vida.

Mientras, quienes se han mantenido en lo alto de la pirámide con la crisis, y ahora más sin ella, ensanchan la brecha social dibujándose un escenario de insoportable desigualdad. Ello se hace más evidente con los más débiles: los menores pobres. La ausencia en estas fechas de comedores escolares los deja en condiciones más vulnerables. La organización por parte de entidades sociales y municipales de campamentos donde se les garantiza la dieta mínima alimentaria son iniciativas analgésicas, pero no pueden ser la solución.

Frente a la extrema necesidad son necesarias políticas económicas de fondo, producto de un pacto estatal contra la pobreza, que pasen por ayudas a las familias con hijos y por una renta mínima garantizada. Los niños de hoy no pueden ser los pobres de mañana.