Dos miradas

Aventuras

La comparación de Felipe González entre proceso catalán y fascismo no solo es indigna moralmente, sino ideológicamente perversa

JOSEP MARIA FONALLERAS

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En la carta de Felipe González a los catalanes, aventura aventurasale cinco veces, todas referidas al propósito soberanista o a la hipótesis de una reacción fulminante (¿una intervención por la fuerza?) de la parte contraria, una especie de oculto aviso para navegantes del expresidente, una sutil amenaza. Me equivoco. Aún sale otra vez, cuando habla de la «aventura alemana o italiana de los años 30 del siglo pasado». Aquí es donde una determinada memoria selectiva traiciona a FG. Es perfectamente sabido que el nazismo y el fascismo no fueron aventuras en el sentido de improvisación o de irracionalidad: sabían perfectamente, conscientemente, cómo tenía que acabar el trayecto. Son aventuras, para FG, porque Hitler y Mussolini perdieron la guerra. Por ello, Franco no sale en la lista, porque tuvo el mérito (ya me entienden) de ganarla y porque puso orden (ya me entienden) en «el espacio público que compartimos», el eufemismo que FG utiliza tres veces para decir España. No fue aventura, pues, sino estatus quo.

¿Qué quiero decir con todo esto? Que la comparación no solo es indigna moralmente, sino ideológicamente perversaFG no considera que el franquismo fuera aventura porque ganó. Lo eleva a una categoría distinta de la maldad nazi. Y eso es muy grave. Mucho. Más que caer en la infantil comparación -esto se arregla con cultura, leyendo a Amat Piniella o Montserrat Roig- entre el proceso catalán y el ascenso de los fascismos europeos.