La frustrada 'primavera bosnia'

Avanzando por el callejón sin salida

Bosnia-Herzegovina ha elegido a los mismos partidos y hasta personas que fracasaron en el pasado

ALBERT BRANCHADELL

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Uno de los lugares comunes de la democracia es que los problemas políticos se resuelven votando. La realidad empírica es un poco más terca y nos ofrece múltiples ejemplos que desmienten el tópico: a veces, votar solo sirve para afianzar los problemas y dilatarlos en el tiempo. Un ejemplo reciente nos lo proporciona lo sucedido en las recientes elecciones celebradas en Bosnia-Herzegovina (BiH), cuando se acerca el decimonoveno aniversario ya de los acuerdos que pusieron fin a la guerra.

BiH es lo más parecido a un estado fallido entre los estados soberanos de Europa, si podemos llamar soberano a este país cuasi confederal formado por la Federación de BiH (controlada por croatas y bosnios-musulmanes) y la Repúlica Srpska (en manos serbias) y aún sometido al arbitrio de un Alto Representante internacional (Matthew Parish habla del «protectorado de Dayton»). La complicada estructura institucional introducida por los acuerdos de Dayton, que legitimaron y fosilizaron las divisiones étnicas creadas por la guerra, han convertido a BiH en el estado más ineficiente de Europa con un paro de más del 40%.

El pasado febrero se produjeron en BiH una serie manifestaciones violentas contra el Gobierno en un episodio que algunos comentaristas (BBC incluida) bautizaron como primavera bosnia. Los hechos comenzaron en la ciudad industrial de Tuzla y pronto se extendieron al resto del país (más en la Federación que en la RS). Según el analista Vahid Sehic, la gente salió a la calle por pura desesperación: «Cada vez hay más gente que vive en la miseria; han perdido la esperanza, no creen que la situación vaya a mejorar y su única herramienta es protestar». Algunos analistas pensaron que la primavera bosnia iba a movilizar a la población para acudir en masa a las elecciones presidenciales y legislativas del mes de octubre y propiciar un vuelco político que introdujese al país en un escenario de reformas destinadas a aliviar su lamentable situación económica. Ahora podemos decir que nada de esto ha sucedido.

En primer lugar, la participación en las elecciones no fue precisamente masiva: casi la mitad de los electores decidieron permanecer en sus casas. Por lo que respecta a los resultados, el resumen podría ser «las elecciones se suceden pero los políticos permanecen» (lema que tomamos de un medio balcánico). En las elecciones para la presidencia tripartita federal todo fue según el guion previsto para el miembro bosnio (ganó el presidente saliente Bakir Izetbegovic, del partido nacionalista musulmán SDA) y el miembro croata (ganó Dragan Covic, del partido nacionalista croata HDZ, que ya había sido presidente entre el 2002 y el 2005, cuando fue imputado por corrupción). Curiosamente, el único cambio relativo se produjo en el campo serbio, donde la primavera había tenido menos efecto: por 2.000 votos, el candidato Mladen Ivanic (del Partido del Progreso Democrático), antiguo primer ministro de la RS, superó a Zeljka Cvijanovic (del partido nacionalista serbio SNSD), hasta ahora primera ministra de la RS. Pero es sabido que no es en la presidencia tripartita donde está el poder, sino en las entidades federadas. Y ahí se cumplió el lema: el SDA musulmán se impuso en las elecciones al Parlamento de la Federación de BiH (y el HDZ croata hubiera quedado segundo de no haber acudido separado) y el SNSD hizo lo propio en la República Srprska; en este caso, el presidente de la RS también se elige por sufragio universal y Milorad Dodik (del SNSD) logró la reelección ante el candidato opositor Ognjen Tadic (del Partido Democrático Serbio).

En otras palabras, los votantes eligieron a los mismos partidos y muchas veces a las mismas personas que en el pasado se revelaron incapaces de sacar a BiH del callejón sin salida en que la metieron los acuerdos de Dayton pero sobre todo por su propia incapacidad para pactar reformas entre ellos.

En este contexto, merece una mención aparte el caso de Milorad Dodik. En todos los informes que Valentin Intzko -el Alto Representante- envía periódicamente a Naciones Unidas el nombre de Dodik sale repetidamente. En su último informe presentado el pasado mes de mayo, Intzko vuelve a reprochar a Dodik su incesante retórica secesionista: por citar un solo ejemplo, Dodik declaró el 7 de abril del 2014 al diario Glas Srpske que «los ciudadanos de la República Srpska tienen un derecho legítimo a decidir sobre la independencia de la RS en un referéndum». El problema, para Intzko, es que los ciudadanos de la RS acaban de ejercer su derecho a decidir quién será su presidente en los próximos cuatro años, y han optado por el hombre que cree que la mejor reforma para BiH no es otra cosa que su disolución.