Los cimientos de la sostenibilidad urbana

Autosuficiencia energética

La funcionalidad de las poblaciones desborda el espacio edificado y se extiende por un dilatado 'hinterland'

RAMON FOLCH

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Las creencias precristianas impregnan el cristianismo. Las trilogías babilónicas o hinduístas, por ejemplo, llevaron al dios uno y trino del cristianismo. El concilio de Nicea (año 325) estableció el dogma hipostático e inventó el credo: Dios es una sola sustancia en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo, cada una de las cuales es Dios. Un lío innecesario, enfermizo placer intelectual de bizantinos, que pasaron años y años discutiendo sobre homoousios («de la misma sustancia») y homoiousios («de sustancia similar»). Amén.

Los tiempos modernos han traído un nuevo fenómeno tricéfalo. Se dice que tiene tres patas: la economía, la sociología y la ecología. Es el sostenibilismo. La sostenibilidad es trinitaria, en efecto. Consiste en concebir la actividad económica de modo que resulte practicable de forma indefinida en el tiempo y en el espacio sin dañar la matriz ambiental, al objeto de redistribuir equitativamente los valores añadidos para mejorar el bienestar social. Si fallara uno de los tres componentes, no estaríamos hablando de sostenibilidad.

Pero, por ignorancia o mala fe, por lo visto proliferan los herejes. Se declaran sostenibilistas siempre y cuando la economía lo permita. Menuda tontería: el buen fin económico es el primer objetivo de la sostenibilidad. Se les ve el plumero, buscan una mala coartada para seguir haciendo lo que siempre hicieron, que es deshacerlo todo. En el extremo opuesto está el falso sostenibilismo de quienes solo aprecian la cuestión ambiental y hacen como Nicea: la sostenibilidad tiene tres patas, pero una de ellas ya es la sostenibilidad por entero... Pues no. La sostenibilidad no es el ecologismo 2.0. El ecologismo quizá es la buena nueva evangélica de la sostenibilidad, pero siempre tiene detrás la madre economía y el santo espíritu social. Por eso la sostenibilidad es la trinidad del futuro. El desarrollismo insostenible, por el contrario, es el pasado. Mejor dicho: es el presente obsoleto.

Ahora bien: ¿es posible esta bendita sostenibilidad? Porque, a la larga, incluso el universo es insostenible. A la corta, en la razonable ventana temporal de varias décadas, la sostenibilidad es posible y deseable. En efecto, se puede lograr delimitándola prudentemente en el espacio y en el tiempo, maximizando las relaciones coste/beneficio, siempre que en los costes se consideren todos los costes, ambientales incluidos, y en los beneficios se contemplen todos los beneficios, monetarizables o no. Al menos, podemos aspirar a ser tan sostenibles como la propia Tierra (que será deglutida por el Sol dentro de unos 5.000 millones de años...). La Tierra depende de la energía solar, pero convenimos en decir que es autosuficiente porque consideramos el sistema Tierra-Sol como un todo. Así que sostenibilidad y suficiencia son conceptos que, en un determinado marco espacio-temporal, tienen pleno sentido.

En definitiva, todo es falso fuera de la escala correcta y posible a la escala pertinente. Esta reflexión es oportuna a propósito de la sostenibilidad urbana. Una corriente creciente aboga por la autosuficiencia energética de pueblos y ciudades, por lo que trata de llenarlos de captadores solares o eólicos. Piensa que con el ahorro y la eficiencia no basta. Puede que lleve razón, pero sin dejar de estar a la vez equivocada. Dependerá de dónde sitúe los límites de la ciudad. Si los circunscribe al espacio densamente construido, no conseguirá su propósito, porque la ciudad construida es un núcleo de alta densidad de demanda, imposible de satisfacer con la sola capacidad local de captación de energías libres o de reconversión de formatos energéticos previos. Tal como consideramos el sistema Tierra-Sol como una unidad energética, debemos considerar el sistema ciudad-hinterland urbano como otra.

La ciudad tiene raíces profundas, sostenía un póster del programa Man and Biosphere de los años 80. Cierto. La ciudad real llega hasta las zonas que abastece de productos o servicios y hasta las áreas de las que se nutre de alimentos y recursos. De ahí que haya que compactarla, para que no acabe desleída yendo a por manzanas a Nueva Zelanda. Pero siempre desbordará el ámbito de sus calles. En todo caso, es dentro de este hinterland. Una autosuficiencia asintótica que pasa, primero, por la eficiencia y el ahorro del núcleo urbano denso. Los edificios eficientes y ahorradores deben formar parte de la solución de una ciudad que quiera propender a la autosuficiencia energética, tanto como los edificios ineficientes forman parte del problema de la extrema dependencia de las ciudades actuales. Así que ahorro, eficiencia y autosuficiencia son términos correlativos y no sustitutivos. La deseable utopía sostenibilista no ha de ser una quimera inalcanzable.