Cuando la intensidad sirve para sobrevivir

Rafinha celebra el primer gol del Barça ante el Atlético.

Rafinha celebra el primer gol del Barça ante el Atlético. / Emilio Naranjo

ALBERT GUASCH

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No fue una preciosidad. El juego del equipo resultó más bien antipático, como es el entrenador con la prensa que no lee ni escucha y, últimamente, casi ni habla. Pero puestos a hablar de actitudes, mejor referirnos a la fe, al orgullo y al amor propio de los jugadores. Con la celebración del gol de Messi, extraordinariamente apasionada, se pudo visualizar cómo se quitaban las caretas apocadas de los últimos días. Una liberación, mitigada luego con la remontada del Madrid. 

Los dos goles, la manera en que se materializaron, fueron representativos de la actitud con que resolvió el Barça el partido del Calderón. Perseguir cada rechace, cada rebote, cada balón suelto, sobre todo dentro del área rojiblanca, se convirtió en la salida de emergencia a falta de la fluidez circulatoria consuetudinaria. Se encontraron soluciones peleando como si en el banquillo propio se sentara Simeone

Una victoria forjada a base de intensidad, esa palabra que tanto denosta Jorge Valdano, pensador del balompié. «Intensidad, como actitud antes, es un buen hallazgo que ayuda a los futbolistas a esconder los errores y salvar la mala conciencia», escribe el exentrenador en su libro 'Fútbol: El juego infinito'.

Invento cruyffista

Valdano reivindica con su argumento el pase y la pausa, señas de identidad ahora diluidas del Barça de Luis Enrique y que, vaya por donde, se advierten en el Sevilla o el Villarreal a ratos. Pero en momentos de necesidad, los principios entran en suspenso y vale la pena ganar atropellando, como fue el caso. Y los análisis se hacen autoindulgentes, porque la espina atravesada en la garganta por fin ha bajado.

En ese partido que no era clave, según el entrenador curándose en salud, el Barça se jugaba mantenerse a flote. Pero lo extraño es que desde hace unas cuantas semanas no se sabe qué equipo va a comparecer. Ni en los duelos decisivos ni en los de trámite. En cada partido saca la tarjeta de presentación, como si fuera un desconocido. ¿Será el Barça de las posesiones largas o el Barça que avanza a tientas y retrocede con angustia? Empieza a costar reconocer sus facciones. 

Luis Enrique se inventó por primera vez en un partido de relevancia el 3-4-3, una disposición táctica que evoca un fútbol arriesgado y suntuoso, de sensaciones intensas y de influencias cruyffistas. No fue nada de eso. Seguramente el campo, seco como una anchoa, no ayudó al riego futbolístico. 

Aun así, el conjunto azulgrana braceó y se las apañó para sobrevivir, que de eso se trata en estos momentos. Como dice el tópico, partido a partido y mañana será otro día. Esa parece ahora la actitud.

Más reconocibles son los partidos del Madrid. También demostró carácter. Otra vez. Hace falta esa capacidad de superación para levantar un 0-2 ante el Villarreal. Sin embargo, son igualmente reconocibles las asistencias del colegiado. Decisiones como el penalti del 2-2 se han visto antes esta temporada. A Gerard Piqué estas cosas no se le pasanGerard Piqué. Porque importan. Y antipáticas también de recordar.