La clave

Atajos y callejones sin salida

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ENRIC HERNÀNDEZ

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El éxito personal cosechado por Artur Mas al forjar una lista CDC-ERC, con independientes en el frontispicio pero con su liderazgo apuntalado como candidato a la Presidència, es perfectamente tangible. Tras varios meses de disputas y de fatiga general, el independentismo ha recuperado el entusiasmo, la iniciativa política y el protagonismo mediático. Entre tanto alborozo de unos e inquina de otros, no es tarea grata señalar las flaquezas objetivas de un desafío que, al margen de cuál sea el resultado de las elecciones del 27-S, plantea demasiadas incógnitas como para aplaudirlo (o denostarlo) sin más.

No es aventurado pronosticar que el «mandato democrático» que persigue la candidatura Junts pel sí para proclamar la independencia al margen de la legalidad en ningún caso será más amplio que el obtenido en las elecciones del 2012 en favor del derecho a decidir. Hasta 1,6 millones de catalanes (el 72% de los votantes) apoyaron a los partidos comprometidos con la consulta: CiU, Esquerra, PSC, ICV y la CUP. Pero ese enorme caudal de votos, representado en el Parlament por el 80% de los diputados, no bastó para hacer posible una votación vinculante, ante la imposibilidad física de saltarse la ley y la negativa del Congreso a autorizarla. Como diría Mas en las cumbres de 9-N, «hay cosas que la Generalitat no puede hacer».

El precedente del 9-N

Quienes ahora prometen hacer lo más -la secesión unilateral, haga lo que haga el Estado- cuando hace pocos meses asumieron que no podían hacer lo menos --el referéndum- deberían explicar a los catalanes qué ha cambiado desde entonces.

Junts pel sí anuncia también que la secesión se activará si existe «una mayoría de diputados a favor de la independencia». Las reglas del juego se fijan, así, a conveniencia: serán unas elecciones «plebiscitarias» -nos contaremos los del 'sí' y los del 'no', como dijo Mas-, pero con el recuento de unas autonómicas. Y, al contabilizar escaños y no votantes, el Parlament podrá declarar la independencia aunque más de la mitad de los catalanes la hayan rechazado en las urnas. Los atajos democráticos no conducen a la libertad, sino a un callejón sin salida.