ÁNÁLISIS

La asignatura plurinacional

A Mariano Rajoy le ha faltado empatía pero en Catalunya tampoco se ha estado a la altura

JOAN TAPIA

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La convivencia de más de una nacionalidad en un Estado no es fácil. Hace poco un politicólogo escocés le decía a Lluis Amiguet que los ingleses nunca negaron el carácter nacional de Escocia. Por eso le dieron poca autonomía (menos que a Catalunya) ya que si se unen nación y  autonomía el Estado lo pasa mal. Pero España y Catalunya empezaron bien con la Constitución de 1978. Luego las cosas se torcieron. ¿Cuándo?. Parece increíble pero la LOAPA se la cargó en 1983 el Tribunal Constitucional. Pero alguna derecha -la Constitución la hizo la UCD y Fraga (no toda AP) la tragó con reservas- se pasa de nacionalismo. Se notó en la segunda legislatura Aznar (cuando no precisó a Pujol). Luego el nuevo Estatut nació lastrado porque CiU y el PSC lo instrumentaron en su combate interno. Mas  Zapatero, a los que por distintos motivos enervaba el tripartito, no ayudaron al consenso con ERC.

Así, el Estatut fue aprobado sin gloria en el referendo del 2006, Y el PP se revolvió. Creyó que podía matar al Estatut y a Zapatero. Dos por el precio de uno. Zapatero no estuvo a la altura y tuvimos, con espectáculo continuo y cuatro años después, la sentencia.

Diez elecciones

El conflicto se agravó cuando el PP volvió al poder. En la oposición la responsabilidad no es imprescindible. Cuando se gobierna, sí. Francia no es España, pero en 1958 De Gaulle volvió al poder para que Argelia siguiera francesa. Hoy es una figura histórica porque cuatro años después -y contra el terrorismo ultra de «L'Algérie francaise»- negoció con la insurrección argelina y le dio la independencia.

Aquí no se trataba (al menos en el 2010 y 2011) de la independencia por varios motivos. Porque, después de votar al Parlament diez veces desde 1980, nunca ha ganado un partido separatista. También porque en la Europa actual la subdivisión de Estados es difícil. Por último, porque en mi modesta opinión sería un mal negocio para Catalunya y peor aún  para España. Todo sería distinto si Catalunya hubiera sido otro Portugal en 1640. O en 1714. No fue así.

Pero el no a la independencia (cuando la demanda se ha multiplicado desde la sentencia del 2010) no podía ser a palo seco. La Constitución del 78 abre la puerta a un federalismo sui generis y asimétrico. Euskadi y Navarra existen y son España. Y si no se quería ir hasta allí se debía ser más flexible en la financiación (es cierto que España sufre una crisis fiscal mayúscula) y no insultar cada año en los presupuestos con una inversión pública ridícula en Catalunya. En el  2015 será en proporción la mitad de lo que Catalunya aporta al PIB.

Rajoy, abrumado por una crisis que ha podido convertir a España (y Catalunya) en zona de protectorado asistido (una Grecia bis), le ha faltado empatía con una nación que representa el 16% de la población y el 18,5% del PIB.  Estúpido. Pero en Catalunya tampoco se ha estado a la altura. Mucha gente sueña con ilusión con la independencia pero la población está partida (49,1% contra 48,5%, según el CEO) y a corto plazo el bloqueo no nos beneficia. Ni ayuda a España a salir de la crisis. Y si a España (46% de nuestras exportaciones) le va mal…

Mas se encontró en una situación difícil porque la culpa de lo que pasaba no era de Maragall Montilla. Ni de Carod-Rovira Joan Saura. Pero la huida hacia adelante no es buena solución. Al tiempo.