Artur Mas, a todo o nada

XAVIER GINESTA

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Después de una semana en la que los partidos soberanistas demostraron que aún les queda mucho camino por recorrer para ganarse, plenamente, la confianza del ciudadano parece que todo ha vuelto a la normalidad con la última reunión bilateral entre Mas Junqueras en Palau y la convocatoria del Pacte pel Dret a Decidir, que preside Joan Rigol.

Lo cierto es que Mas ha hecho una jugada a todo o nada. Esta consulta del 9-N --o proceso participativo para aquellos a quienes les gusta poner los eufemismos incluso a la sopa-- se podrá celebrar con menos garantías de las que el formato anterior tenía, pero al final acabará sirviendo por lo mismo: para dar un golpe de fuerza ante un Estado empeñado en no permitir que los catalanes puedan elegir lo que quieren ser cuando sean mayores. El presidente Mas, sin embargo, sabe que tirando por el camino del medio --ni referéndum, ni regreso al 'statu quo' se juega la credibilidad del proceso a una única carta: si la participación del 9-N es alta (y eso espero) el futuro del proceso y las plebiscitarias tomarán aún más fuerza; si los ciudadanos le giran mayoritariamente la espalda, podría llegar a ser el hazmerreír de media Europa. De momento, la prensa internacional no ha dejado de considerar la carpeta catalana como un tema de máxima prioridad a nivel europeo; pero faltará ver qué pasa si el 9-N no sale como muchos piensan.

No tengo ninguna duda de que el retorno a una cierta unidad --que no uniformidad-- es condición indispensable para asegurar el éxito; pero no hay que olvidar que el país no es monocolor: algunos de los compañeros de Osona que pasan por las casas haciendo la gigaenquesta de la ANC constatan una desinformación evidente entre colectivos que tienen derecho a votar este próximo noviembre (sobre todo, migrantes). Y, no olvidemos que hablamos de Osona, por algunos "capital de la catalanidad", y que la mayoría hablan un catalán impecable gracias al éxito del modelo de inmersión en la escuela. Si esto ocurre en Vic, ¡imaginemos en otras zonas del país!

De todos modos, lo que sorprende más de todo es la miopía del gobierno de Mariano Rajoy, que tiene ganas de evitar a toda costa que los catalanes puedan votar. Por un lado, posiblemente esta es la mejor campaña que pueden hacer a los promotores de la consulta --cuando el enemigo es visible, siempre es más fácil movilizar a la soldadesca--; por otra parte, si finalmente consiguen que el Tribunal Constitucional (TC) vuelva a tumbar la iniciativa del Ejecutivo de Artur Mas, entonces el presidente de la Generalitat no tendrá problemas para convertirse en mártir de una causa noble y evitarse el sufrimiento que esperar los resultados del día 10 de noviembre para saber qué futuro nos espera. Si el TC, o cualquier otra maniobra de Rajoy, impiden la votación entonces sí que los partidarios del proceso (y la independencia) habrán ganado sin bajar del autocar. Miopía del gobierno central en estado puro, centralismo y poco más.