Artur Mas gana tiempo; Oriol Junqueras, en todo lo demás

El 'president' adelanta las elecciones a septiembre anunciándolo con ocho meses de plazo tras no conseguir integrar a ERC en una lista única soberanista

Fotografía de archivo. Artur Mas y Oriol Junqueras reunidos en el 'Parlament' con los grupos partidarios de la consulta

Fotografía de archivo. Artur Mas y Oriol Junqueras reunidos en el 'Parlament' con los grupos partidarios de la consulta / periodico

JOSÉ A. SOROLLA

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El proceso soberanista catalán sigue asombrando al mundo. Nunca antes unas elecciones anticipadas se habían adelantado anunciándose ocho meses antes de la cita. Con el acuerdo entre Artur Mas y Oriol Junqueras de ir a las urnas el 27 de septiembre, el presidente de la Generalitat y dirigente de CiU gana tiempo, pero el líder de ERC consigue todos sus objetivos importantes.

Ahora se quiere minimizar, pero la lista única era la primera condición que Mas fijó en su conferencia del pasado 25 de noviembre para convocar unas elecciones denominadas plebiscitarias que pudieran ser leídas por el resto del mundo como sustitutivas del referéndum de autodeterminación que el Gobierno español no permite celebrar.

Además, desde la lógica soberanista, Mas tenía razón. Si había alguna posibilidad de que unas elecciones autonómicas se asemejaran a un referéndum era con la lista única o común integrada por personalidades y por representantes de las dos principales fuerzas soberanistas, CiU y ERC, y eso no será así. Las elecciones del 27 de septiembre se celebrarán con listas separadas, partidarias, con lo que difícilmente podrán ser equiparadas a un referéndum.

ÚNICO TRIUNFO

De las alternativas presentadas por Mas en su carta-ultimátum a Junqueras, ni siquiera se ha mantenido la de que el 'president' aceptaba las listas separadas siempre que ERC no incluyera personalidades independientes, que se reservaban para la candidatura encabezada por Mas. Claro que esta imposición era indigna de un Estado democrático y aproximaba a Catalunya a los estados africanos en los que el presidente o el rey -Marruecos, por ejemplo- intervienen o intervenían en la confección de las listas. 

 Mas no quería celebrar las elecciones en marzo si no eran con la lista única y el aplazamiento hasta septiembre constituye su único triunfo 

Mas no quería celebrar las elecciones en marzo si no eran con la lista única y el aplazamiento hasta septiembre constituye su único triunfo. Pero, como se ha demostrado ahora, ERC exigía elecciones inmediatas más como una baza negociadora que porque realmente las deseara. De hecho, las prisas de Junqueras son recientes y hasta hace bien poco la posición de Esquerra era la de preferir las pebiscitarias después de las municipales de mayo.

Al ganar tiempo, es cierto que Mas asegura con el acuerdo la aprobación de los Presupuestos, que ERC amenazó con no apoyar también como arma de negociación. Hace meses, antes del 9-N, Junqueras dijo que ERC no iba a apoyar unos nuevos Presupuestos autonómicos porque, sencillamente, no haría falta, ya que en febrero (del 2015) Catalunya ya sería independiente. Sirva este ejemplo para ponderar la seriedad de los argumentos de Junqueras y la importancia que otorgaba a apoyar o no los Presupuestos.

¿VUELVE LA UNIDAD?

En el resto, y a falta de conocer con detalle la hoja de ruta que ambos partidos pactarán antes de las elecciones, las posiciones de Junqueras parece que se han impuesto. Mas había establecido un periodo de transición hacia la independencia de 18 meses, nuevas elecciones constituyentes y referéndum de ratificación. De eso ya no se habla, y el líder de ERC ha declarado que la votación del 27 de septiembre es la definitiva.

Junqueras siempre había descartado -la última vez, en su conferencia-réplica a Mas del 2 de diciembre- la celebración de un referéndum para acceder a la independencia y había abogado primero por la declaración unilateral y posteriormente por la simple proclamación tras las elecciones. La aclaración de este punto -si Mas acepta o no la declaración unilateral o la proclamación- es ahora la incógnita principal del proceso.

Los medios soberanistas se han apresurado a celebrar el pacto como una recomposición de la unidad perdida. El optimismo de estos sectores es directamente proporcional a la decepción que sufrían tras los dos meses del vodevil en que se habían convertido las negociaciones entre Mas y Junqueras después del 9-N.

 Nadie puede garantizar que en los ocho meses que faltan para las elecciones de septiembre las dos fuerzas que pugnan por encabezar el soberanismo no vuelvan a enfrentarse 

La reacción es, pues, tan previsible como cambiante. Nadie puede garantizar que en los ocho meses que faltan para las elecciones de septiembre las dos fuerzas que pugnan por encabezar el soberanismo no vuelvan a enfrentarse. Y más con las muncipales de por medio. Pese a que del pacto se desprende que los dos partidos las afrontarán con voluntad de llegar a acuerdos, ¿quién puede asegurar que ERC va a renunciar a dominar el territorio a costa del electorado convergente?

LA CORRUPCIÓN

La no disolución inmediata del Parlament tiene otra consecuencia. La comisión de investigación del 'caso Pujol' seguirá sus trabajos y por ella desfilarán la familia y los exaltos cargos de CiU implicados en casos de corrupción. Aunque Mas ha dicho esta semana que el 'caso Pujol' solo atañe a una familia, nadie puede creer que las comparecencias no afecten al futuro de CiU.

Debido, entre otras causas, al 'caso Pujol', CiU es una marca amortizada y la necesidad de ocultarla era una de las razones de que  Mas propusiera la lista única con independientes, el llamado Partido del President. Y la corrupción del 'caso Pujol' y de otros era, a la vez, uno de los motivos por los que Junqueras no aceptaba la lista única.

¿Todas estas discrepancias y desencuentros se van a borrar de un plumazo? Hay que ser muy ingenuo para creerlo. Claro que en cuestión de ingenuidades el proceso soberanista va sobrado.

EL IMAGINARIO

Junqueras ha afirmado que Catalunya será independiente en 2016 sin tener en cuenta tres cuestiones fundamentales. La primera es que no está en absoluto definida una mayoría independentista clara; la segunda olvida que las elecciones de septiembre nunca serán aceptadas como un plebiscito o referéndum (Mas ni siquiera utilizó el calificativo en la presentación del acuerdo con ERC); y la tercera menosprecia el hecho de que ni la Unión Europea ni ningún Estado reconocerán una declaración unilateral de independencia de Catalunya.

Esta es la realidad, pero el proceso soberanista va a seguir jugando con las palabras. Cuando Mas, Junqueras y sus portavoces hablan de unidad, se refieren en realidad a la unidad del soberanismo, y cuando hablan de mayoría, además de no cuantificarla nunca, se están refiriendo a una mayoría inexistente, al menos para poder afirmar inequívocamente que Catalunya está a favor de la secesión.

Y así se ha ido creando un imaginario que produce después esas decepciones tan sentidas. Durante estos dos meses de vodevil hemos oído a los decepcionados lanzar reproches a sus líderes porque ahora que "estábamos a punto" de conseguir la independencia todo se podía ir al traste. El error, el problema de fondo, es que nunca nada ha estado a punto.

Este 'post' ha sido publicado en Zoomnews.es