MIRADOR

Sin interlocutores

¿Dónde se ha visto que se exijan regalos de votos a cambio de nada?

Mariano Rajoy, en Vilalba (Lugo)

Mariano Rajoy, en Vilalba (Lugo) / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Proseguimos, no con las negociaciones para investir presidente, sino con las escaramuzas para quitarse de encima la carga de la responsabilidad. El PP continúa endilgando el sambenito de las terceras elecciones a Pedro Sánchez. Buena parte del PSOE le da la razón a Mariano RajoySánchez maniobra para repartir las culpas entre Podemos y Ciudadanos. En Podemos imperan las trifulcas de los partidarios de perder el aura contra los que pretenden mantenerse impolutos. Albert Rivera se cuelga la medalla, legítima, de ser el único capaz de llegar a acuerdos a ambos lados, pero no le sirven ni a él. ¿Y si se llega a las elecciones de diciembre y el resultado es parecido o peor? Con un PP y un PSOE reforzados en detrimento de Podemos y Ciudadanos se podría oscurecer más el panorama.

En el pasado, el catalanismo había garantizado la gobernabilidad cuando las mayorías eran insuficientes, tanto con el PSOE como con el PP. Ahora ya no. El estado de la confrontación no lo permite. Entre los que pretenden abandonar la nave no cuaja la idea de remar a favor mientras siguen a bordo. Dado que los exconvergentes temen ser acusados de estar siempre a punto de apearse del carro, se mantendrán en la misma posición que ERC. La línea roja del referéndum es infranqueable. Incluso indifuminable. Si no fuera así, se perdería el apoyo de la CUP al 'president' Puigdemont, el desgarro afectaría a Junts pel Sí y se hundiría el proceso.

Por lo tanto, el acuerdo entre el PSOE y el independentismo es imposible. No sin un cambio de actitud de Sánchez que partiría al PSOE por la mitad. No sin un divorcio entre sus impulsores peor que el de Brad Pitt y Angelina Jolie. Si llegara el caso, del todo improbable, que PDC y ERC regalaran los votos a Sánchez a cambio de nada, solo para echar a Rajoy, entonces los barones rebeldes del PSOE se negarían a aceptarlos. Por el lado soberanista, no hay nada que hacer.

Esta vez se las deberán componer en Madrid, pero no son capaces de entenderse. En privado confiesan que ni se hablan. Algunos afirman que se trata de un problema de personas, pero va más allá. Es una cuestión, sobre todo, de cultura política, de falta de cultura política. Si nos fijamos en una observación del prestigioso sociólogo Zygmut Bauman, encontraremos la clave interpretativa de fondo. El problema no es de interlocución, sino de interlocutores.

Cuando al otro se le niega la categoría de interlocutor se le convierte en un estorbo. Por eso no hay diálogo político en España. Por eso los pactos y los acuerdos, las transacciones típicas de todos democracias, son sustituidas por los intentos de forzar la sumisión. ¿Dónde se ha visto que se exijan regalos de votos a cambio de nada? En España, la que vuelve a ser diferente, la única democracia que se proclama avanzada mientras cada cual niega la condición de interlocutor a los demás.