De Forcadell a Rajoy

La voluntad de poder es un monstruo indestructible en tiempos de incertidumbre

Carme Forcadell

Carme Forcadell / periodico

XAVIER BRU DE SALA

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Mariano Rajoy actúa al servicio de su insaciable sed de poder. Las palabras 'obligar' y 'doblegar' presiden su vocabulario íntimo. Las ideas del negociar y el pactar están encadenadas en las mazmorras más recónditas de su cuerpo. Por mucho que los espeleólogos hurgaran en todos los rincones de sus redes neurales, no hallarían el menor rastro de un concepto tan útil y práctico cómo es ceder. Ceder, ni que sea en parte, es tabú. Teóricos de los nuevos liderazgos, predicadores del empoderamiento, profetas del 'soft power' de todo el mundo, tomad nota: la voluntad de poder es un monstruo indestructible, un fénix que no cesa de renacer y de triunfar, sobre todo en tiempos de incertidumbre, cuando los obsesos de la cúspide pueden manipular con total impudor la servidumbre voluntaria de las masas.

Carme Forcadell le da tanto repelús el poder que por eso presidió la ANC y ahora el Parlament. Forcadell es militante de una causa que considera justa. No pretende servirse de ella, sino servirla. En esta debilidad natural, para nada impostada, reside no su fuerza personal, sino la del colectivo.

Rajoy, en su proclama del jueves, se refirió varias veces a la unidad de España. La puso en primerísimo plano para exigir otra vez la sumisión de los demás partidos. Nadie duda de que el Gobierno y el Constitucional actuarán contra la persona de Forcadell. Si no la fulminan en el acto, será para evitar que se convierta en símbolo, pero si no es encausada por sedición, poco faltará.

El autoritarismo que debilita a las democracias cabalga sobre la crisis e incrementa la desigualdad con los votos de sus propias víctimas. Las élites de España, tan temerosas de la insubordinación popular, se apuntan como siempre a la contrarreforma. La mesocracia catalana ha emprendido otra aventura de enorme dificultad. Canadá y el Reino Unido disponen de democracias muy establecidas y no cuestionadas. La española se parapeta contra una contestación creciente a base de concentrar más el poder y sus resortes.

La dispersión electoral es un contratiempo que debe ser reducido a pequeña traba. Aislada la izquierda alternativa, la reacción ante el independentismo es fortificarse, no reformar ni presentar contraofertas. No se trata solo de Rajoy, y Rajoy lo sabe y lo utiliza. Primero tendrá que ceder Albert Rivera. Luego Pedro Sánchez. Si no en verano, a finales de año, después de unas terceras elecciones que les debilitarán aún más.

Las dos fuerzas que se enfrentan, el catalanismo y el Estado, Barcelona y Madrid en cuanto a capital, son de naturaleza muy distinta. Los vientos de la inestabilidad y la desigualdad soplan a favor de Rajoy. Los de la modernidad y la justicia social, a favor de Forcadell y lo que representa.