Y nos desafió a todos
Mas demanda compañeros de viaje, no un ejército con generales y tropa
Artur Mas ha planteado el desafío más grande con que seguramente se hayan encontrado nunca el Estado español y la sociedad catalana. Y digo seguramente porque para calibrar las dimensiones de lo que planteó ayer el presidente la Generalitat hará falta una cierta perspectiva histórica, y aquí utilizo el adjetivo «histórico» con todas las letras por el «quién», por el «cómo» y por el «qué» de lo que se expuso ayer en el Auditorio del Fórum de Barcelona. Pero también por el destinatario del mensaje, no solo un Estado español a quien se interpela ya sin subterfugios y a una comunidad internacional a quien le queda cada día menos margen para quedar oficialmente indiferente respecto de lo que pasa en Catalunya, sino sobre todo a una sociedad catalana a quien se insta a la acción y a la asunción de la trascendencia del momento. Porque sí, el desafío de ayer de Mas lo es al Estado español, pero sobre todo lo es a la sociedad civil catalana, a los partidos políticos y a sus líderes, con quienes reparte parte de la presión que él asume sin sacudírsela. Sin rastro de mesianismo, porque no propone salvar a ninguna patria sino construirla, y esto dejó claro ayer que es cosa de todos los que de verdad lo quieran. Este es el gran desafío.
Y la potencia del discurso de ayer de Mas, reitero, radica mucho en quién lo hizo, en cómo lo expuso y para proponer qué. El «quién», un presidente de la Generalitat que recordó que siempre ha puesto las urnas antes de tomar grandes decisiones. Ayer hacía dos años de la última vez. Y volverá a ello con unas elecciones al Parlament que sean «la consulta que no nos han dejado hacer». Y las convocará con todas las consecuencias e incluso abriéndose a la opción de no encabezar la lista para sumar al máximo de gente y partidos: «La puedo abrir o la puedo cerrar». Impresionante desafío al resto de partidos soberanistas, sobre todo a Esquerra y a su líder Oriol Junqueras.
Junto con el «quién», el «cómo» también marcó la excepcionalidad del momento de ayer. El desafío, contundente como nunca, lo hizo un hombre impoluto, con corbata y traje oscuro, sorprendiendo a propios y extraños pero sin ningún histrionismo y con un discurso que dice que nadie más que él lo había visto pero que yo estoy seguro que algún jurista lo había revisado de pies a cabeza antes de ser leído en público. Impecable.
Y el «qué»: «No se puede volver a los despachos aquello que ya es de la gente porque se lo ha ganado». Es decir, todos desafiados para hacer la independencia vía voto, si es que realmente la queremos. ¿No queríamos concreciones? Pues hala, todos a concretar. Todos. Y a mojarse como nunca. Y a ser generosos como nunca. Porque ayer Mas demandó compañeros de viaje, no un ejército con generales y tropa.
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