LA CORTINA DE HUMO

Un líder en transición

Si Artur Mas era un líder hamletiano, Carles Puigdemont es un líder gramsciano

Carles Puigdemont.

Carles Puigdemont. / periodico

TONI AIRA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Si de Artur Mas podíamos decir que era un líder hamletiano, al estilo del príncipe danés protagonista de la célebre obra de Shakespeare, con aquel sufrir y aquella tendencia natural y cantada a un destino (en este caso político) fatal, de Carles Puigdemont se puede decir que es un líder gramsciano, en transición. Así, adaptando un concepto famoso del filósofo sardo Antonio Gramsci, podemos decir que vivimos políticamente (y socialmente) en un mundo que no acaba de morir y en otro que no acaba de nacer. En este contexto le ha tocado presidir a Puigdemont.

La Catalunya autonómica ya hace tiempo que, tal como lo habíamos entendido toda la vida, ya no tiene sentido. Hasta Esperanza Aguirre habló en su día de comunidades autónomas artificiales, para venir a describir la parte más absurda de aquello del 'café para todos'. Los socialistas proponen un nuevo estilismo y han apostado por el eslogan del federalismo. Pero este mundo no acaba de morir del todo. En contraste, los partidarios de la independencia ven que el 'tenim pressa' fue un buen reclamo movilizador, pero que ahora habrá que gestionarlo, cuando se ve que la cosa va para largo (como no podía ser de otra manera). Ahora ya incluso el presidente de la ANC, Jordi Sànchez, dice que el 'procés' tiene que acabarse y que no da más de sí. Aseguran que ha llegado la hora de la independencia. Pero tampoco acaba de llegar.

En este contexto, Carles Puigdemont culmina sus 100 primeros días de gobierno siendo menos incógnita y manteniendo la expectativa. Los más críticos con el independentismo, con el soberanismo, con Convergència, con el Govern de Junts pel Sí o con todo ello podrán decir que "aún no ha hecho nada". ¿Nada más que gestos, quizá? Pero eso seguramente se podría aplicar a otros liderazgos institucionales de los últimos tiempos, como el de la alcaldesa Ada Colau, hecho que no resta el mérito de no haber patinado mucho en un contexto tan resbaladizo.

Hay que reconocer que un Puigdemont que era una gran incógnita para la inmensa mayoría cuando lo nombraron 'president' ha conseguido posicionarse bastante bien en poco tiempo y con pocos recursos, y que ha vestido el cargo de presidente sin proyectar en ningún momento la idea que le vaya grande. Eso sí, la expectativa la mantiene, que también tiene su mérito en un contexto en que la gente acostumbra a desconectar bastante rápido de la política. Es un líder en transición. ¿Hacia dónde? Y la duda nos mantiene expectantes. ¿Se consolidará o no? ¿Impulsará su proyecto o no sabrá hacerlo? ¿Crecerá como líder, también electoral, o se prejubilará políticamente en breve? Dudas no hamletianas, sino gramscianas, propias de un tiempo y de un país en transición, en proceso de cambio profundo, no sabemos exactamente hacia dónde.