MIRADOR

Gloriosos perdedores

El trabajo de Joel Edgerton y Casey Affleck en 'Loving' y 'Manchester frente al mar' va parejo a la grandeza de los personajes que interpretan

Joel Edgerton, con Ruth Negga, en un fotograma de 'Loving'.

Joel Edgerton, con Ruth Negga, en un fotograma de 'Loving'. / periodico

JOSEP MARIA POU

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A los actores nos gustan los perdedores. Confieso mi debilidad por esta clase de personajes. Empatizo enseguida con ellos, los entiendo y, lo más importante, despiertan mi compasión, un sentimiento que valoro por encima de otros muchos. Su peripecia vital, además, el trayecto que recorren a lo largo de la función o película, suele ofrecer situaciones ricas en contenido dramático. Se establece, así, con ellos, un noble y afectuoso toma y daca: yo te comprendo, me pongo en tu lugar, te presto mis emociones, y tu, a cambio, me regalas instrumental de primer orden para mi trabajo. El arquitecto de 'La cabra', el empresario de 'Celobert' y el profesor de 'Los chicos de Historia', son ejemplos de perdedores que me han regalado años de felicidad.

Esta semana he conocido a dos gloriosos perdedores, protagonistas de dos magníficas películas. Dos personajes y dos actores que se merecen salir corriendo hacia los cines donde se proyecta su trabajo y, aún llegando sin resuello, aplaudir hasta la extenuación. Me refiero al Richard Loving que interpreta Joel Edgerton en 'Loving', y al Lee Chandler que interpreta Casey Affleck en 'Manchester frente al mar'. Dos seres humanos, en apariencia mínimos, en manos de dos actores que se revelan gigantes.

La contención, la mirada atónita, la actitud lejana e indulgente al tiempo, los silencios (¡qué silencios!), su mera presencia, hacen del trabajo de Joel Edgerton uno de los más precisos y, por ende, preciosos de los últimos tiempos. Trabajo de Oscar, por supuesto, aunque le hayan ignorado en las nominaciones. De la misma manera, el trabajo de Casey Afleck, candidato, él sí, al Oscar al mejor actor (es mi deseo que lo gane) es tan perfecto, tan sublime, que no puedo sino inclinarme ante él en señal de respeto. Nunca tan poco me ha conmovido tanto.

En los dos casos, aplaudo al actor y amo profundamente al personaje. Ya me gustaría encontrarme, fuera de la ficción, con dos seres humanos de esa categoria. Pero la realidad no imita a la ficción. Ojalá lo hiciera.