Año 2 DC (después de Cruyff)

Solo veo un argumento para no poner su nombre al Camp Nou, que sea Estadi Messi

Jordi Cruyff, durante su intervención en el Auditori 1899.

Jordi Cruyff, durante su intervención en el Auditori 1899. / periodico

JORDI PUNTÍ

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Pregunta: ¿cuál es la mejor forma de homenajear a Johan Cruyff esta temporada? Si usted ha pensado, en un arranque de optimismo: «¡Ganar otra vez el triplete!», la respuesta es incorrecta. El mejor homenaje del Barça hacia el Flaco es jugar bien. Esta temporada y todas las demás. Jugar con ese gusto por el control y la posesión que él nos enseñó. Tratar bien al balón, porque detrás se esconde uno de los argumentos que quizás resume mejor la influencia de Cruyff: «Prefiero jugar bien a ganar. Si juegas bien, al final normalmente ganas. Si solo quieres ganar, cuando pierdes se te pone cara de tonto».

No sé si son palabras textuales, casi seguro que no. Hace años que el cruyffismo se transmite a través de sentencias que dijo o podría haber dicho. Frases que tienen la virtud de venirnos a la memoria en el momento necesario. En todo caso el debate entre jugar bien y ganar pertenece al ideario de Johan Cruyff, ese que ha definido los últimos 30 años del barcelonismo y ha influido decisivamente en muchos clubs del fútbol actual. Hacerle caso es la mejor forma de mantener viva su presencia.

GUARNICIÓN, NO PRIMER PLATO

Cuando uno piensa en esta influencia silenciosa, casi genética, que debería seguir proyectándose desde el equipo más tierno de la cantera hasta las grandes noches del Camp Nou, los actos de homenaje que se presentaron ayer saben a guarnición, y no a plato principal. De acuerdo, están bien presentados y cuentan con la aprobación de la familia Cruyff, pero ¿nos alimentarán lo suficiente?

A muchos les parecerá un gesto pobre que su nombre figure en el nuevo Miniestadi, y no directamente en el Camp Nou. En realidad, si nos ponemos personalistas y mitómanos, solo se me ocurre un argumento para no bautizarlo como Estadi Cruyff, y es que en el futuro, cuando afronte su reconstrucción definitiva, queramos llamarlo Estadi Lionel Messi. La estatua en la puerta 14 es un gesto tan romántico como superfluo, pero bien, de acuerdo, y me sorprende que en el museo no hubiera ya una camiseta del Johan Cruyff jugador. En cuanto a sustituir con su nombre a la calle Arístides Maillol, ahora puede parecer fácil, pero veremos si lo aceptan los señores del nomenclátor. Pregunten, sino, a los promotores de la calle Pepe Rubianes: años de lucha.

NO SIMPLIFICAR SU INFLUENCIA

La canonización por la vía oficial de Cruyff puede ser también un arma de doble filo. Cuidado con simplificar su influencia, con banalizarla a través del exceso. Cruyff no debería convertirse en una estampita que llevamos en la cartera y besamos en los momentos difíciles. Tampoco tiene propiedades curativas ni obra milagros. El barcelonismo es muy sentimental y nada más reductor que esa mirada mística. No lo convirtamos ahora en un gurú. Pienso en el propio Jordi Cruyff, cuando en una entrevista en el diario Sport, decía el otro día: «Mi padre echó una mano desde el cielo en el 6-1».

Bueno, no sé. Luego hablaba del 3-4-3 que planteó Luis Enrique y ahí sí que hay que darle la razón. Jordi decía que parece que Cruyff siga vivo, y esta es la verdadera definición de su influencia: su genialidad y ese punto visionario, que siga siendo una inspiración. Y por muchos años.