DOS AÑOS DEL GOBIERNO DE RAJOY

El bienio autoritario

Pocas instituciones del Estado escapan a un uso del poder que confunde mayoría con cheque en blanco

JESÚS LÓPEZ-MEDEL

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Hace dos años por estas fechas se constituyó el nuevo Gobierno. En este tiempo, han pasado muchas cosas. El total incumplimiento de su programa electoral, incluso del discurso de investidura, la utilización constante de la mentira, hacer soportar toda la crisis sobre los más desfavorecidos y clases medias, la connivencia e impunidad de la corrupción, etcétera.

Pero solo quiero tratar del modo en el que el Ejecutivo ejerce el poder. Cómo se cambian puntos nucleares de la definición que hace de España la Constitución: «Estado social y democrático de derecho». Es muy grave cómo se abordan de modo unilateral abundantes temas importantes con reformas que vacían nuestro modelo constitucional.

Ello revela un sentido y un estilo dogmático y excluyente de la política como si no fuesen titulares temporales del poder sino sus propietarios. Define el diccionario de la Academia el autoritarismo como «actitud de quien ejerce en exceso su autoridad».

Todas las instituciones (especialmente de control) están secuestradas por los partidos, y hay uno con enorme y casi hegemónico poder que actúa imponiendo absolutamente su voluntad. Pero la más importante, pues representa a la ciudadanía, tiene su prestigio hundido. Me refiero al Parlamento, cuya función es, sobre todo, aprobar leyes.

En este bienio se ha hurtado la intervención del Congreso (el Senado no existe) mediante un uso inaudito y abusivo de los decretos ley del Gobierno. Después se convalidan en un simple debate de un par de horas. En otros casos se han tramitado como textos legislativos. Veamos algunos de ellos y la forma de actuar del partido mayoritario.

En educación, tenemos uno de los sistemas con peores resultados. Una de las causas es la ausencia de voluntad para los consensos básicos. En otras épocas lo hizo el PSOE y ahora, como en la etapa final de Aznar, el PP vuelve a imponer su modelo. Sin diálogo, sin escuchar, imponiendo unas medidas que tendrán vigencia en un año y como meses después habrá elecciones y cambio político, se derogará lo impuesto por ellos en solitario, ¡y vuelta a empezar!

En pensiones se constituyó el llamado Pacto de Toledo para tratar consensuadamente esta realidad. Es cierto que la demografía, el desempleo, el alargamiento de la edad de vida y otros factores van a causar problemas. Pero la forma de abordar este tema capital no ha sido ejemplo de diálogo ni de búsqueda de encuentro con otros grupos sino de imposición. Se dinamita ese pacto y se imponen unas medidas con sombrías expectativas para quienes cotizan para tener derecho a su pensión.

La justicia es otro de los ámbitos donde la imposición ha funcionado por sistema. Así, la disparatada e inconstitucional ley de tasas que limita el acceso a los tribunales y la tutela judicial efectiva. También un nuevo diseño del Consejo General del Poder Judicial donde no solo se le restan competencias para dárselas al ministerio sino que lo configura de modo aún más controlado por el partido en el poder.

En las administraciones, una reforma local (a diferencia de la ley de 1985) hecha sin consenso y despreciando a los municipios como administraciones más cercanas a los ciudadanos y escuela de democracia. Además, junto con una visión exclusivamente economicista de estas entidades y abundantes recortes de la autonomía local, se suprimen (y es gravísimo) los servicios sociales municipales para los ciudadanos más vulnerables.

El Gobierno confunde lo que es una mayoría legítima por el voto que le dio su confianza para cumplir el programa electoral con un cheque en blanco. No es así. La democracia es votar en libertad, pero no es solo eso. Somos muchos los que desde posiciones de derecha, centro o izquierda nos sentimos muy decepcionados por el secuestro de la democracia por los dos principales partidos, con especial culpa del hegemónico. Es difícil luchar contra ello, porque han neutralizado a la sociedad haciéndole ver que la política necesariamente es así. ¡Pues no, no y no!

Pero aun con ese juicio negativo de ambos, lo cierto es que el Partido Popular ha demostrado en estos dos años de gobierno que su forma de ejercer el poder es incompatible con un estilo democrático donde nadie es escuchado, donde no se admite ninguna idea de otros, donde se tiene el monopolio de la verdad y la razón, donde se confunde una mayoría aritmética absoluta con el absolutismo en el ejercicio del poder.

Hace poco celebraron lánguidamente el 35 cumpleaños de una Constitución que cada vez esta más mancillada por ellos. Cuando hablaban de «la Constitución del consenso» no sé si era mayor nuestro estupor o nuestra indignación.