Euforia, olas y confusión

Pablo Iglesias practica un populismo adanista del tipo 'otro mundo es posible'

MARÇAL SINTES

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Las elecciones municipales, en especial la conquista de Barcelona, han producido efectos euforizantes en la izquierda radical, tanto entre la muchachada como entre los veteranos. Se ven capaces de todo, también por supuesto de ganar Catalunya para Pablo Iglesias y Podemos. Ese optimismo contrasta con la incertidumbre que persiste en el polo soberanista, a pesar de que la lista unitaria, si finalmente se materializa, podría volver a darle impulso.

Hablando este viernes en el programa de Xavier Graset en Catalunya Ràdio sobre estos asuntos, el historiador Andreu Mayayo lanzó, con el ojo puesto en la reciente encuesta del Centre d'Estudis d'Opinió (CEO) de la Generalitat yla anterior de EL PERIÓDICO, una afirmación que, debo confesarlo, me desconcertó. Según él, los sondeos demuestran que la gente va a votar en clave social y no pensando en la independencia. Añadió que una ola -la izquierdista- subía y la otra bajaba. Mayayo, alcalde de Montblanc en los años 90 por Iniciativa, utilizaba un recurso grato a cierta izquierda (y cierta derecha): separar la cuestión social y la cuestión nacional, presentando ambas como antagónicos.

Me sonó de otro mundo.

Primero, porque no creo que sea serio deslindar la cuestión social de la nacional, las clases populares del catalanismo. El tema está zanjado desde la célebre discusión entre Jordi Solé Tura y Josep Termes, hace de ello una eternidad.

PARTIDOS INDEPENDENTISTAS DE IZQUIERDAS

En segundo lugar, porque en el campo independentista hay partidos de izquierdas (ERC, CUP) y otro, Convergència Democràtica, con una porción de electores que se declara de centroizquierda.

Por último: es cierto que a la mayoría de catalanes lo que más les inquieta es la situación económica y social y sus derivadas, así lo dicen las encuestas. Pero es justamente eso -la

pobreza, la exagerada desigualdad, el paro, la erosión de los servicios públicos…- lo que lleva a muchos a apostar por la independencia, tras concluir que es la vía para lograr un mayor bienestar para los catalanes.

No va a solucionar los problemas estructurales de Catalunya, ni en el campo socioeconómico ni en el campo de la identidad, Pablo Iglesias, quien parece no conocer ni, menos aún, haber reflexionado sobre el asunto. De momento, sale del paso a base de confusión y populismo adanista del tipo otro mundo es posible.

Menos, si cabe, hay que confiar en el PSOE como impulsor de un cambio real. Tras rechazar la plurinacionalidad de España y también una reforma que haga menos injusta la financiación autonómica, Pedro Sánchez sintió, además, la necesidad de retratarse ante una rojigualda gigante. El PSC ha renunciado a la consulta -y eso que la pedía legal y acordada- para ponerse a las órdenes del PSOE agarrándose al engañoso manto de una imposible reforma constitucional.