Sistemas de ventilación

Si de pequeño has jugado en la calle y te has peleado con otros niños, es fácil descifrar la actitud de la fiscal jefe de Barcelona, Ana María Magaldi, cuando salía del Tribunal. Además, las cámaras nos lo han mostrado: están las vallas protectoras, los Mossos, la amplia tierra de nadie, una veintena de personas que la increpan. La fiscal sale fumando del edificio, baja las escaleras, se para y mira a la gente, escucha lo que dicen. No pone cara de miedo, más bien parece que quiera avivar el griterío, buscar los límites de la libertad de expresión. La decisión está tomada: eso es intolerable. En la rueda de prensa posterior, dice que su actitud no era desafiante, sino un acto íntegro. Su discurso, sin embargo, utiliza un vocabulario de violencia y conflicto: se sentía humillada; se mantenía firme, de pie y digna; un chaval tiene una mirada de odio y vocifera; ella siempre ha estado en la trinchera, donde se trabaja de verdad.

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Las nuevas situaciones requieren nuevas palabras y ahora hay una que se ha puesto de moda: hiperventilar. De entrada se refiere a "aquel que aumenta en exceso la frecuencia y la intensidad respiratorias", pero el contexto lo adapta al que reacciona histéricamente, con aspavientos, ante una situación que pone en duda sus convicciones. La fiscal jefe Magaldi es un buen ejemplo de hiperventilación. ¿Otro caso reciente? los que hicieron presión al Ayuntamiento de Barcelona para que sacaran del Fossar de les Moreres una instalación de los estudiantes de Bellas Artes. Fossar de les MoreresNo se discutía si la obra era más o menos acertada, el argumento hiperventilado era que profanaba el respeto de un lugar sagrado.

Las tensiones derivadas del 'procés' se acercan al absurdo y a menudo dan pie a los prejuicios, que son el trampolín de los hiperventilados. Los detractores de la obra en el Fossar ni sabían que su intención era conectar a “los nómadas del siglo XXI” con la gente que se quedó sin casa en la Barcelona de 1714. De hecho, con Xavier Trias en el ayuntamiento, ni se habrían quejado. Bajarían al Fossar y, como siempre, darían un euro al señor ese que hace burbujas de jabón para que los niños de los turistas las exploten inocentemente.