MIRADOR

Todas las decisiones son malas

Ahora la abstención no solo es ya inevitable, sino que será gratuita y vergonzante

Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, el pasado 4 de octubre en el Congreso.

Javier Fernández, presidente de la gestora del PSOE, el pasado 4 de octubre en el Congreso. / periodico

JOAQUIM COLL

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Solo la descarnada lucha por el poder, con sus golpes bajos, junto a una relación personal envenenada por la desconfianza entre Pedro Sánchez y Susana Díaz, incapaces de pactar una estrategia que salvaguardara los intereses del PSOE al margen de su rivalidad, permite entender la crisis socialista y su implosión final a finales de septiembre. Pero para que estalle una guerra se necesita un precipitante, un hecho concreto en un momento determinado, sin el cual las cosas hubieran podido tomar otro curso. En este caso, el precipitante fue el anuncio de la convocatoria de congreso y primarias exprés por parte del entonces secretario general con el objetivo de arrinconar a los críticos.

Este fue su gran error porque desencadenó una guerra sin cuartel que aunó a todos los sectores contrarios a él con el único objetivo de defenestrarlo. Sánchez jugó a 'cesar o nada' y perdió. No sabemos qué hubiera pasado si, en lugar de lanzar ese pulso plebiscitario, hubiese convocado un comité federal para discutir de política, para decidir entre ir a terceras elecciones o abrirse a algún tipo de abstención.

Los barones se hubieran visto obligados a abandonar su silencio hipócrita y a retratarse en público. Si Sánchez se atrincheró en su “no es no”, en vez de jugar otras cartas, empezando por exigir al PP otro candidato a la investidura, fue porque creyó que esta era su única baza para ganarse el apoyo de las bases ante una operación que, antes o después, intentaría derribarlo.

El problema es que ahora todas las decisiones son malas. Las decenas de miles de militantes socialistas que piden con su firma la convocatoria inminente de un congreso extraordinario están horrorizados por lo sucedido, y va a resultar imposible para Javier Fernández, presidente de la gestora, convencerlos de que se trata de elegir el mal menor.

El desgarro emocional en las bases es muy fuerte porque en todo este tiempo se ha alimentado únicamente el discurso de la ética de las convicciones, de forma que cualquier otra cosa que no sea un 'no' rotundo al PP se presenta como una traición a las esencias, cuando no es otra cosa que política. Lo triste es que ahora la abstención no solo es inevitable, sino que será gratuita y vergonzante.

En la historia de este gran disparate, la posición del PSC se complica más. Si este domingo el comité federal decide una abstención en bloque, en lugar de limitarla a solo 11 diputados para desbloquear la investidura de Mariano Rajoy, el estropicio con el socialismo catalán puede ser mayúsculo. Miquel Iceta y Núria Parlon se han equivocado al repetir tantas veces que el PSC tiene ya decida su posición al margen de lo que apruebe el máximo órgano entre congresos socialista.

Es un error porque choca con el principio de lealtad federal. Uno no puede participar en una votación y decir que luego hará lo que quiera. Pero en el PSOE deberían también ser conscientes de lo delicado del momento. Imponer una abstención general es innecesario. Y puesto que todas las decisiones son malas, mejor elegir la que evite males mayores.