TRIBUNA

Amigo Domènech, si no nos entendemos, fracasaremos todos

Xavier Domènech, en el pleno del Congreso del 15 de diciembre del 2016.

Xavier Domènech, en el pleno del Congreso del 15 de diciembre del 2016.

JOAN TARDÀ

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Pertenezco, amigo Domènech, a la generación republicana protagonista de convertir a ERC, bajo liderazgo de Josep-Lluís Carod-Rovira y Joan Puigcercós, en el eje vertebrador de la izquierda nacional. Se tendría que llegar a ello gracias al acierto de forjar los tripartitos con el objetivo de saltar el muro de las resistencias del nacionalismo pujoliano a reformar el Estatut de 1978, después de poner al servicio de la ciudadanía políticas sociales socialdemócratas y habiendo normalizado el independentismo, enviando al mismo tiempo un mensaje de superación de visiones estrechas de catalanidad al hacer 'president' a un catalán de origen andaluz.

Sabes, por otra parte, que presumimos con orgullo de representar a unas siglas que, después de 86 años de existencia, no presentan ninguna mancha de corrupción y que no venimos de la izquierda dogmática de manuales ideológicos espesos (con los principios básicos de la libertad, la igualdad y la fraternidad hemos hecho un largo recorrido antifascista y de compromiso con la justicia social), razón por la cual tan solo nos ha hecho falta perseguir la coherencia aunque alcanzarla obligara a pagar peajes. En este sentido, recordarás cómo pedimos el 'no' al Estatut recortado en el Congreso, pese a que todo apuntaba a que la sociedad catalana todavía esperanzada (la indignación nació después, con la sentencia del TC) optaría por el 'sí'.

Entenderás (no pido que lo compartas) que no ha sido nada fácil hacer que el nacionalismo constitucionalista, acuñador del statu quo del 78, transitara desde la aceptación del apoyo de Sánchez-Camacho hasta el escenario actual de ruptura democrática, la que no fue posible cuando murió el dictador. Por esto, dimos nuestro apoyo al Govern Mas, porque hacía falta deshacernos de los brazos del PP, cosa que, te lo reconozco, no fue fácil de entender para mucha gente si se tiene en cuenta que los recortes convergentes sobresalían en Barcelona y que en Madrid Duran Lleida votaba las leyes más regresivas del PP pese a que los de Rajoy tenían mayoría absoluta.

Constatarás, pues, que nuestra estrategia para acumular fuerzas y hacer realidad un proceso constituyente (¡una revolución democrática, en definitiva!) viene de lejos. Y lo remachamos con la alianza electoral de Junts pel Sí para alcanzar el escenario actual en el que la correlación de fuerzas parlamentarias, el Govern Puigdemont y la existencia (conjuntamente con vosotros) de una amplia mayoría ciudadana favorable a ejercer el derecho a decidir, garantizan el referéndum de septiembre.

Pero dado que nuestro proyecto es el de la izquierda nacional (no es sustituir al pujolismo) estoy convencido, amigo Domènech, que pretendes y anhelas, como nosotros, un hipotético proceso constituyente intenso y profundo. De igual manera que os interesa también comenzar a labrar las futuras hegemonías (ya sabes que se trata de un concepto estrechamente ligado al de las soberanías -todas- que tenemos que ganar) en caso de nacimiento de un nuevo Estado.

EVITAR UNA SEGUNDA FRACTURA POLÍTICA

No te escondo mi convencimiento de que, ahora, nos estamos jugando las complicidades y la unidad de acción de las izquierdas catalanas por muchos años, por lo cual nos es prioritario evitar una segura fractura política y emocional en caso de que no nos encontráramos en el trabajo activo en pro de la participación en el referéndum. Una fractura que, si se diera, estoy convencido de que tardaría muchos años en curar.

Sepas que, para nosotros, como independentistas, ganar el referéndum es importante, pero como republicanos, hacerlo con el éxito de la participación ciudadana lo es mucho más. Por esto, más allá de que PuigdemontJunquerasColauGabriel... tendrán que hacer un llamamiento conjunto a la participación (¡juntos!, sí), hace falta el trabajo conjunto, vosotros y nosotros, a pie de calle en pro de la participación.

Y entonces, si no cometemos el error de dividirnos, pase lo que pase, no solamente nunca nos podremos reprochar nada los unos a los otros, sino que habremos hecho el camino imprescindible para conquistar juntos las hegemonías futuras.