GEOMETRÍA VARIABLE

¿Quién perdió el martes, Patxi López o Rajoy?

La presidencia del Congreso era un arma, no demasiado cara, para ablandar la oposición del PSOE

Mariano Rajoy, en su escaño del Congreso.

Mariano Rajoy, en su escaño del Congreso. / periodico

JOAN TAPIA

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Por unas horas, parte del PP y de su prensa amiga han cantado victoria: la candidata popular Ana Pastor -una política respetada más allá de las fronteras del partido y muy próxima a Rajoy- había batido al socialista Patxi López: 169 votos contra 155. Y en las votaciones a las vicepresidencias del Congreso, el PP llegó a sumar hasta 179 votos (10 más de los que reúne con Ciudadanos). Y es que diputados nacionalistas en base a pactos ocultos que Rafael Hernando, el portavoz del PP, admitió pero no explicó, se les habían unido. El camino a la investidura se pintaba más despejado. Pero ahora parece que solo era apariencia y que la derecha fue otra vez víctima de sus fantasías (siempre gana y lo merece), de sus enfermizas relaciones con los nacionalistas e incluso de su propia propaganda.

Pocas horas después, ya se ve que -efecto imagen de haber ganado aparte- la investidura está donde estaba antes. O quizá peor. ¿Qué ha ganado o perdido de sustantivo el PP?

Uno. Tiene tres miembros sobre nueve en la Mesa del Congreso. Igual que antes, pero ahora controla la presidencia que tiene una relevancia superior a la simbólica.

Dos. Respecto a la formación del Gobierno y la investidura, no hay avance sustantivo en la alianza con Albert Rivera, que desde la noche del 26-J el PP sabe que tiene la llave para pasar a un estadio superior de la investidura y a quien, extrañamente, Rajoy no vio hasta 16 días después. Rivera ha dado otro paso en la colaboración, pero ahora sostiene que la promesa de abstención y el pacto de la Mesa son suficientes. Que no está obligado a nada más.

Tres. La reticencia de Ciudadanos puede verse reforzada por los misteriosos apoyos de los nacionalistas. Por un momento pareció que se abría una nueva vía a la investidura. Si Rajoy sumaba 170 diputados (con Ciudadanos y Coalición Canaria) y lograba mediante otros acuerdos la abstención del nuevo PDC (Francesc Homs) y del PNV, sería investido en segunda votación: 170 a favor (PP, Ciudadanos y Coalición Canaria), 13 abstenciones del PDC (8) y del PNV (5) y 167 votos en contra (PSOE, Podemos, ERC y Bildu). Pero esta hipótesis perdió fuerza cuando Ciudadanos (de acuerdo con su tendencia histórica al antinacionalismo) avisó de que si el PP pactaba con PDC y PNV, ellos pasarían de la abstención al voto en contra.

Cuarto. Lo único claro, pues, es que el PP ha ganado una batalla, pero no ha dado ningún paso sustantivo hacia la investidura. Es más, ha desperdiciado la potente arma (no muy cara) que tenía para iniciar la asfixia del "no es no, señor Rajoy".

En efecto, si en base a que el futuro aconseja la cooperación de los dos grandes partidos -como Rajoy no se cansa de repetir- el PP hubiera votado el martes a favor de Patxi López, hoy todo sería diferente. Primero, habría demostrado a la opinión pública que ha entendido el mensaje de las urnas y va a cambiar de chip. A enterrar -cosa por otra parte obligada- el 'ordeno y mando' de la mayoría absoluta y pasar a una etapa de dialogo y pactos. Segundo, Rajoy habría ganado credibilidad como presidente capaz de atender a los intereses generales y no solo a los de su partido. Tercero, habría enviado una señal potente -quizá imbatible- de cambio del clima político. Y cuarto, el PSOE tendría más complicado persistir en el "no es no" hasta el final. Porque unas nuevas elecciones no son el precipicio solo para Pedro Sánchez, sino para todos. Y al borde del abismo puede pasar todo.

Pagar por adelantado al PSOE era la opción más inteligente. Pero el realismo algo ramplón de Rajoy lo rechazó. Consecuencia: hoy no está claro si el martes perdió Patxi López o se equivocó Rajoy, que falló un penalti en el inicio de la prórroga.