GEOMETRÍA VARIABLE

Dicen que los cangrejos caminan hacia atrás

Es inquietante que la relación entre los partidos de la nueva política sea aún peor que la del PP y el PSOE

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, reunidos en el Congreso, el pasado 29 de agosto.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, reunidos en el Congreso, el pasado 29 de agosto. / periodico

JOAN TAPIA

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A estas alturas, la tentación es escribir sobre el fracaso permanente para formar gobierno, como si se tratara del guion de una corrosiva serie televisiva sobre la estulticia de los políticos. Desde luego incita a ello ver al serio Mariano Rajoy -que lidera el primer grupo parlamentario, con un buen balance económico y con mejor prensa- recurrir a la fecha-trampa del día de Navidad como arma disuasiva y “maquiavélica” para que Pedro Sánchez se abstuviera y le permitiera ser investido.

Y al punto álgido se llega con la designación de gobernador por España del Banco Mundial -un cargo relevante y bien retribuido- del exministro Soria, que tuvo que dimitir por tener cuentas (sin saberlo) en algún paraíso fiscal. Todo ello, 10 minutos después de que perdiera su segunda votación de investidura con 170 votos a favor gracias a haber alcanzado un pacto para regenerar la política y contra la corrupción con Albert Rivera.

Pero, desgraciadamente, las cosas son peores. Dicen que los cangrejos retroceden y caminan hacia atrás. Hace poco, un inteligente exministro -creo que era Rubalcaba- decía que al PP y al PSOE se les podía y debía recriminar la incapacidad para mantener unas relaciones políticas relativamente correctas. Así es, y ha sido negativo para la democracia española y para ambos partidos. Unos sostienen que es culpa de Aznar, que quiso echar, al precio que fuera, a Felipe González de la Moncloa. Otros, que si Rajoy acusó a Zapatero de “traicionar a los muertos” por negociar con ETA, lo que antes habían hecho tanto Felipe como el propio Aznar

Lo cierto es que Adolfo Suárez, que acababa de dejar la camisa azul, y Felipe González, que hacía poco que había salido de la clandestinidad, se llevaban bastante mejor que Mariano Rajoy y Pedro Sánchez. Pues eso, el peligro es que los españoles (catalanes incluidos) caminemos hacia atrás como los cangrejos.

Pero lo que al exministro le sorprendía más no eran ya las tradicionales malas relaciones entre el PP y el PSOE, sino lo que sucedía en la autollamada "nueva política". Decía que, hasta cierto punto, Ciudadanos es hijo del PP porque nace de la insatisfacción de un sector de la derecha, y que Podemos es hijo del PSOE porque surge con la indignación de un sentimiento de izquierdas tras la crisis del 2008. Y lo que veía y temía es que los hijos (Ciudadanos y Podemos) se llevaban aún peor que los padres.

Si los padres no se han entendido y los hijos se toleran todavía menos, el futuro político es poco esperanzador. Y lo que estamos viendo desde el 20-D confirma el diagnóstico. De saque, Pablo Iglesias excomulgó a Albert Rivera de cualquier pacto para promover el cambio político. Ahora ha vuelto, en el debate de investidura, a lanzar todos los improperios a Ciudadanos y estos contestan ofendidos diciendo que son incompatible con Podemos. Como el agua y el aceite.

Si los padres -el PP y el PSOE- no son capaces de llegar a ningún acuerdo y los hijos, además del complejo de Edipo que les incita a matar al padre (el 'caso Iglesias' es de libro) se toleran peor…

Caminar hacia atrás, hacia la confrontación -olvidando el mínimo pactismo operativo-, no puede llevar a ningún buen puerto. He leído este agosto el muy interesante pero discutible libro de Stanley Payne sobre la degradación de la Segunda República. La situación hoy es otra. Las masas no ansían uniformes o correajes, sino nuevos modelos de iPhone y no hay rastro de la estúpida violencia de aquellos meses del 36. Pero sí hay algo en común y preocupante: la incomunicación profunda, casi a lo Ingmar Bergman, entre los líderes de los distintos campos políticos. Los nuevos también. ¿Marca España?