GEOMETRÍA CIUDADANA

Puigdemont y Colau, pero...

Hay desencanto por la falta de mayoría sólida y los conflictos con la CUP, pero la protesta independentista sigue siendo fuerte

Imagen de la manifestación de la ANC en la Diada del 2012, en la Via Laietana de Barcelona.

Imagen de la manifestación de la ANC en la Diada del 2012, en la Via Laietana de Barcelona. / periodico

JOAN TAPIA

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El 'click' fue el 2012. Hasta entonces, las 'manis' del 11-S solían ser varias y divididas, tener discreta asistencia y -eso sí- acabar en algún incidente con la policía. Aquel año hubo la mutación, se impuso un sentimiento de unidad en el rechazo a la España unitarista y la participación se multiplicó. Sorprendió incluso a los convocantes, la ANC y Òmnium, y fue más masiva que la del 2010 contra la sentencia del Estatut. Tuvo además un tono más cívico (ni un incidente) y más independentista. Con más aire de fiesta que de agresiva reivindicación.

Desde entonces, el 11-S ha sido una fecha relevante en la política catalana (y española). Aquel mismo otoño, la manifestación hizo que Artur Mas anticipara elecciones en busca de la mayoría absoluta. Balance: 12 escaños de CiU que fueron (11) a ERC. El nacionalismo se radicalizaba. Pero la gran cita del independentismo se mantuvo en el 2013 y el 2014. El año pasado la movilización bajó algo, pero brillaron la fe y la esperanza. Las "plebiscitarias” eran 15 días después y se mascaba (o así lo creían) una gran mayoría de Junts pel Sí. ¡La independencia se tocaba con los dedos!

Un año después está claro que el guion no se ha cumplido y hay gotas de desencanto. Los organizadores incluso han preferido cinco escenarios diferentes a uno central. Quizá para dificultar las comparaciones. La movilización parece menor. Lo atestigua una menor publicidad del número de inscritos, que es inferior. Pero los síntomas de fatiga no impedirán que la jornada sea un éxito. Como dijo un día Carme Forcadell: el Gobierno español es un gran aliado que nunca nos falla a la hora de motivar la protesta.

Pero hay desencanto y se notará. La realidad de hoy tiene poco que ver con el guion vendido hace un año. Primero, porque el 27-S no hubo mayoría absoluta de Junts pel Sí, que obtuvo 62 diputados cuando en el 2012 CiU y ERC habían obtenido 71. Tampoco llegó la mayoría absoluta en votos, que se quedó en el 47,8%. Además, el dominio del Parlament quedó en manos de los 10 escaños de la CUP, una coalición de protesta radical, no solo asamblearia y anticapitalista, sino que quiere salir también de la Unión Europea. Por último, el bloque independentista (con la CUP) tuvo 72 diputados frente a 74 en el 2012 y 76 (con Joan Laporta) en el 2010. Dicen que el independentismo es la nueva centralidad, pero va hacia atrás como los cangrejos. ¿Por qué en el camino han perdido a Duran y a Unió?

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Y depender de la CUP ha obligado a pagar caros peajes. El primero -muy doloroso para el mundo convergente- fue acompañar a la guillotina la cabeza de Artur Mas, el presidente de la Generalitat, el hombre que montó la consulta del 2014, el que forzó la lista unitaria y el líder del independentismo centrista o conservador. Antes y después se han votado declaraciones grandilocuentes que han sido anuladas por el Tribunal Constitucional (TC)... y recurridas luego ante el mismo tribunal, institución a la que se proclamaba que había que desobedecer. Un año después, Artur Mas ya no está, a CDC no la reconoce ni la madre que la parió, ERC está más fuerte (y más responsable), Puigdemont intenta cabalgar el desconcierto... y el Govern que iba a dar pasos irreversibles para crear un nuevo Estado de la UE no ha podido aprobar ni el presupuesto de la autonomía.

Dice el nuevo PDC (al que el ministro Fernández le quiere aplicar la ley de partidos de Aznar que CDC apoyó) que es por culpa de la CUP. Y que la solución es negociar con paciencia esperando que sean razonables, con el objetivo de seguir en el Palau de la Generalitat y sin tener que ir a elecciones (y no perderlas).

Motivos para el desencanto, haberlos haylos. Pero la total ausencia de cintura de Madrid hace que el desencanto se autocensure. Sigue habiendo cada día razones para protestar. Lo de la independencia está menos claro, pero la exigencia del derecho a decidir (del referéndum) sigue siendo mayoritaria. El ninguneo de Madrid cuenta más que la fatiga. Y por eso la atrevida Ada Colau no quiere quedar al margen del movimiento de protesta. No se ha sumado a los municipios independentistas, ha optado por el pactista Jaume Collboni frente al dogmático Alfred Bosch de ERC (del que incluso su partido está algo cansado), y ha encargado el pregón de La Mercè a Javier Pérez Andújar, bestia negra del nacionalismo. Pero Colau -que el jueves por la noche estaba radiante en la concesión del premio de novela negra de RBA- no quiere perderse la manifestación de este domingo. Está en su ADN.

El independentismo sigue fuerte pese al desencanto, la fatiga de la CUP y las luchas intestinas. Y al 11-S se une Ada Colau y muchos de los suyos (todos menos ICV), mientras que Societat Civil Catalana, sabiamente, no quiere competir en la calle y escucha sensatas reflexiones de Eduardo Mendoza. Es la Catalunya de septiembre del 2016. ¿Cómo será dentro de un año? Nadie lo sabe. Dependerá en parte de si en Madrid resucita la vida inteligente o se sigue creyendo que el Estatut del 2006 -el que no discutía la pertenencia a España- era peor que una Biblia protestante.

{"zeta-legacy-despiece-horizontal":{"title":"Tensi\u00f3n por el refer\u00e9ndum y el 'tripartito' de Sant Boi","text":"Tambien ha causado bastante revuelo el acto del viernes de tres fuerzas de izquierdas (ERC, CUP y Podemos) mas los sindicatos para celebrar el 40\u00ba\u00a0aniversario de la Diada de Sant Boi. El PDC se queja de su exclusi\u00f3n y teme que prefigure un segundo tripartito de izquierdas. En realidad Colau y\u00a0Junqueras\u00a0(que estuvo en el acto) compiten por una parte del voto de izquierdas. Y en ERC creen que repetir JxS\u00ed les pejudicar\u00eda en esta batalla.\u00a0\u00a0\u00a0\u00a0"}}