GEOMETRÍA VARIABLE

Atornillo, luego existo

El independentismo vive en una estabilidad inestable. Junqueras cree que habrá presupuestos

El vicepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras, en la reunión del Consell Executiu, ayer, en el Palau de la Generalitat.

El vicepresidente del Gobierno catalán, Oriol Junqueras, en la reunión del Consell Executiu, ayer, en el Palau de la Generalitat.

JOAN TAPIA

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En enero, Artur Mas aceptó retirar su candidatura para evitar unas nuevas elecciones y para que la CUP firmara un pacto de estabilidad de 18 meses. Era el precio a pagar por que el 27-S Junts pel Sí obtuviera solo el 39,6% de los votos y 62 diputados (igual que CDC sola en el 2010), cuando la mayoría absoluta es de 68. Contar con los 10 diputados de la CUP (el 8,21% de los votos) era imperativo.

Ahora se declara "saturado de alucinaciones", pues la CUP aprobó el domingo (por 281 votos contra 184) una enmienda en la que aboga por “liberarse” de dicho pacto. Se pregunta --con bastante razón-- cómo pueden oponerse a unos insatisfactorios presupuestos autonómicos --de los que se han hecho tantos-- cuando está a punto de lograrse que Catalunya sea independiente. O al menos eso proclama la famosa declaración del Parlament del 9-N.

Sí, el portavoz de la CUP dijo que el pacto era “papel mojado”, que querían ser libres para aplicar las ideas anticapitalistas y que no entrarían “en ninguna dinámica que suponga avalar unos presupuestos que no planteen la desobediencia frontal a las imposiciones del Estado”. Se puede concluir que la CUP pone contra las cuerdas al Govern e incluso especular (el propio Mas parece medio creerlo) con otras elecciones anticipadas.

Una hipótesis no demasiado probable. Desde su punto de vista --es un grupo de protesta radical-agitadora e hiperalérgico a toda gobernabilidad--, la CUP tiene sus razones. Una, la declaración del 9-N obligaba a no respetar las resoluciones del Constitucional, y cuando dicho tribunal la anuló, el Parlament optó solo por recurrir el fallo ante el mismo Constitucional. Era lo razonable… pero inconsecuente. La otra razón es práctica. Si la CUP no eleva la voz contra Junts pel Sí, pierde mucha visibilidad. Descartes diría que su praxis se basa en aquello de 'atornillo [a Junts pel Sí], luego existo'.

Habrá mucho jaleo y ruido, pero no creo que la sangre llegue al río. Mas no quiere nuevas elecciones catalanas. La última encuesta de EL PERIÓDICO le da solo 21 diputados. Ahora saca pecho porque necesita votos de orden en las legislativas del 26-J. Y a la CUP, en la medida en que sea racional, tampoco le convienen. La encuesta citada dice que pierde fuerza, luego podría atornillar menos.

Ni a CDC ni a la CUP les interesan elecciones y Oriol Junqueras lo sabe. El independentismo está instalado en una inestable estabilidad, algo legitimada además por un Gobierno español que prohíbe 'estelades' en la final de Copa y hace el ridículo. Hasta Garcia Albiol se ha tenido que desmarcar. Además, él es vicepresidente y Artur Mas, refugiado en el Palau Robert, lucha por fundar un nuevo partido que no cambiará de líder, que el candidato Francesc Homs ha dicho que va a las legislativas con un programa superconvergente y que es posible que acabe apellidándose convergente.

Junqueras navega con tiento. Ser 'conseller' de Economia en tiempos de sequía recaudatoria no es el mejor de los mundos, pero es lo que hay. Y la encuesta dice que hoy ERC ganaría con 40 diputados. Hay que vivir en la inestable estabilidad y por eso no se queja, sino que asegura que la CUP es un socio fiable e imprescindible y que habrá presupuestos. Tendrá que currar. Pactar algo con la CUP, que cree que los altos directivos deben ser los nuevos Reyes Magos, será laborioso. CDC se revolverá, pero no puede romper. Antoni Castells y Andreu Mas-Collell ya probaron el cáliz amargo de negociar con un Madrid pobre, pero Junqueras no se amilana. En poco tiempo se ha erigido en un interlocutor respetado, e incluso el nada blando pero inteligente Luis de Guindos ha querido verle dos veces en las últimas semanas.