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Llámame Lola

Las palabras nunca son inocentes y este Gobierno abusa con bastante desfachatez de los eufemismos y del engaño

Montoro y Rajoy.

Montoro y Rajoy. / periodico

CRISTINA PARDO

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El Gobierno ha subido los impuestos. Es algo que más o menos podíamos prever cuando en campaña electoral dijeron que no los subirían. No conviene olvidarse de que una de las características de Rajoy ha sido decir una cosa y hacer la contraria. Es, en efecto, una persona previsible, como tanto le gusta presumir. Las palabras nunca son inocentes y este Gobierno abusa con bastante desfachatez de los eufemismos y del engaño. El Ministro de Hacienda ha dicho, sin ruborizarse ni un poquito, que "no había una promesa electoral de bajar los impuestos". Y sí que la hubo. A veces genérica, a veces más explícita y referida al IRPF y al IVA. Cristóbal Montoro lo sabe, aunque cuando su partido lo anunciara él no estuviera conforme, y por eso su discurso es todavía más hiriente. En la rueda de prensa del Consejo de Ministros, solo le faltó decir que la culpa es de la herencia recibida para que la tomadura de pelo fuera total. Pero ahora no queda bonito, porque esta vez el testamento no lo firma Zapatero, sino Rajoy. El Gobierno se justifica, además, argumentando que en minoría no es posible aplicar tu programa electoral. Claro, hombre. Eso es evidente. Pero igual de evidente era en campaña, cuando prometían, que el PP no iba a lograr la mayoría absoluta. 

En el fondo, y a pesar de las mentiras, deberíamos estar agradecidos a Montoro que, según dijo, sube los impuestos de las bebidas azucaradas para que haya menos gordos. Gracias al Ministro de Hacienda, van a bajar las lorzas de España. Pagamos un poquito más, pero siempre será más barato que someterse a una liposucción. Montoro vela por nuestra salud, lo que ya de por sí podría provocar hiperventilaciones en masa. Nosotros perdemos dinero y kilos, saneamos el hígado y los pulmones, y el Gobierno podría perder la credibilidad, en caso de que la tuviera. Pero oye, que nos hacen un favor, como ya pasó con la amnistía fiscal. Era por nuestro bien, para recaudar más.

El lenguaje político es, a veces, indignante. De hecho, esta misma semana se produjo otro claro ejemplo de estafa intelectual. El juez pidió la imputación del Presidente de Murcia por cuatro delitos relacionados con la corrupción. Cuatro. El PP reaccionó intentando rebajar la cosa. En Génova dijeron que se trataba de un asunto administrativo, que no estábamos ante un caso de enriquecimiento personal. Lo segundo, que sepamos, es cierto. Lo primero es del todo discutible. El juez cree que Pedro Antonio Sánchez pudo cometer fraude, malversación de fondos públicos, prevaricación continuada y falsedad en documento oficial. Reducir esta sospecha a un tema administrativo es, creo, reírse del personal. ¿Dirían lo mismo si el juez estuviera refiriéndose a un dirigente socialista? No.

Es cierto que el vicio de retorcer la realidad no es patrimonio únicamente del PP. Pero es alucinante el abuso de alguien que un día, también en campaña, dijo: "Yo me comprometo a llamar al pan, pan. Y al vino, vino". Y Rajoy, una vez más, actuó según lo previsto.