La Champions se cura

Carvajal y Cristiano Ronaldo celebran el primer gol del Madrid a la Juventus en la final de la Champions del 2017, en Cardiff.

Carvajal y Cristiano Ronaldo celebran el primer gol del Madrid a la Juventus en la final de la Champions del 2017, en Cardiff. / periodico

ANTONIO BIGATÁ

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Usted ya pone mejor cara que aquel sábado desastroso. Yo mismo, sin ir más lejos, me encuentro mejor que hace una semana, he dejado de tener fiebre, aunque creo que todavía estoy más caliente de lo normal. Pero está claro: la Champions se cura. He empezado a tomar alimentos sólidos pero voy con cuidado de no tragar según qué cosas. Especialmente, no las trago sin morderlas antes bien y a fondo porque han repartido a diestro y siniestro muchos virus venenosos en forma de inocentes manzanitas de Blancanieves.

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Las primeras horas de la Champions ajena fueron muy malas porque en la final volvió a repetirse aquello de los goles evitables que entraban desviados accidentalmente por los defensas amigos. Lo de Cristiano Ronaldo celebrando como si fuesen joyas de la humanidad aquellas birrias accidentales ya nos tenía que haber alertado de que todo era mucho menos glorioso que lo que cantaban los locutores, todos ellos a sueldo. Por otra parte todos nos sabíamos por adelantado el guion y sus cantinelas: el mejor equipo del mundo también en el siglo XX, el récord absoluto de conseguir dos Champions seguidas, el juego maravilloso nunca visto... Pero a pesar de que íbamos prevenidos, las cosas que decían los recitadores de cuentos chinos nos iban entrando una a una como supositorios gruesos y rugosos. Era por defecto nuestro, no por mérito suyo. Si te parabas a reflexionar entendías que casi todo era glicerina y que pronto volverías a poder sentarte sin problemas.

En situaciones así lo importante es no dejarse ir. Hay que pensar y hacer recapitulaciones globales. Como pasa con todas las purgas había una parte objetivamente mala pero cierta: ganaron la Champions siendo mejores en la final, a ratos juegan bien a fútbol estos malditos, línea a línea llegaron al final de la temporada en mejores condiciones que nosotros, saben poner una garra tremenda cuando se proponen ganar, los italianos son buena gente pero no se les debe dejar a ellos la delicada responsabilidad de que protejan nuestros propios huevos... Hubo otra novedad: por una vez el árbitro no fue decisivo en un partido suyo...

SEGUIMOS TENIENDO A MESSI

Con todo, las otras verdades subsisten. A pesar de ese desenlace de la Champions la Liga la perdimos nosotros por un suspiro y después de que los arbitrajes les regalasen más puntos que la tradicional suerte que les acompaña, y si no hubiesen ganado también la Liga las cosas serían muy distintas. El Atlético de Madrid mereció más que ellos la Champions anterior. Solo que les hubiésemos podido endosar dos o tres de las rotaciones suicidas de Luis Enrique las cosas habrían tenido un signo diferente porque cada vez que fuimos a Madrid a pasarlos por la piedra en partido bilateral lo conseguimos. Y continuamos teniendo a Messi. Por otra parte, es una absoluta mentira que los triunfos de un año garanticen nada de cara al ejercicio siguiente; de eso podemos hablar con experiencia.

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Pero nuestro mejor consuelo es su sobreactuación. Tuvieron tanta necesidad de pasarse al autoaplaudirse que incluso el psicólogo 'amateur' más despistado se dio cuenta de lo mucho que temen a lo que les pueda pasar de septiembre en adelante. El ejemplo más claro fue su mitificación hasta lo inverosímil de lo que le dijo Zidane a sus jugadores en la media parte, cuando merecían ir perdiendo el partido. Desde que se apareció la Virgen a los pastorcillos de Fátima no se había trabajado tanto la imaginación popular como con el valor futbolístico posicional de esa charla técnica que supuestamente resolvió el partido. A medida que han ido trascendiendo los testimonios directos de que Einstein no visitó en aquella media parte el cerebro de Zidane y a medida que los testimonios han ido confesando que el simpático alineador francés se limitó a decirles a los chicos que luchasen todo lo que pudiesen, me ratifico más en mi súplica a la prensa de Madrid de que si no tienen una noticia es mejor que no me la cuenten. Si la Juve salió mal descansada del entretiempo y pesimista por no haber logrado traducir en ventaja su mejor juego inicial, son cosas de las vida. Y si al final del partido la preocupación preferencial de los jugadores del Madrid era no olvidarse de que existe Piqué, también. Ellos no son tampoco, en definitiva, perfectos.

LOS DEBERES DE VALVERDE

Insisto: no es para tanto, la Champions ajena se cura y el año que viene podemos ganarla nosotros. En lo único que hemos de ir con cuidado es en no ganarla como ellos, en no creer como ellos que cada segundo de gloria dura mucho y es para siempre. Y de momento lo único urgente es que Valverde vaya preparando las cosas para que en cuanto acaben las vacaciones los jugadores del Barça se pongan de verdad a dar vueltas al campo en calzoncillos porque el curso que ahora acaba les ha faltado fuerza. Lo demás, ay Señor, se nos dará por añadidura tal como ocurría cuando además de ser mejores lo ganábamos casi todo.