ideas

Husos personales

En Nueva York, un taxista me pide que ajuste mi reloj al de su coche

ALBERT ESPINOSA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Artículo 398. Llevo dos semanas en Estados Unidos y tengo dudas sobre qué tendría que comentar, porque los americanos supuran historias. Podría hablaros sobre la obsesión que tienen para saber cómo quieres comer los alimentos y con qué tamaño. O el tema de la seguridad, que puede llegar a ser realmente enfermiza…

Pero casi me quedo con los taxistas, y con los de Nueva York. Especialmente con uno con el que me tropecé y que antes de dejarte subir te pedía tres cosas: que no tosieras, que no hablaras por teléfono y la tercera... Bueno, casi os lo cuento después de lo mejor de mi semana.

Tercer puesto. Charlie Chaplin Charlie Chaplin(Filarmónica de Nueva York) Un conciertazo de bandas sonoras para enmarcar. Todos sus temas clásicos hilvanados con imágenes que te recuerdan que el maestro es único.

Segundo lugar. Hedwig and the angry inch Hedwig and the angry inch(Teatro Belasco). Andrew Rannells borda el papel y ofrece una interpretación llena de matices inconmensurables.

Primera posición. La dolce vita (Filarmónica de Nueva York). El mejor concierto al que he asistido en toda mi vida. Una experiencia brutal que mezclaba bandas sonoras de películas italianas con la voz de Reneé Fleming y Josh Groban y el violín de Joshua Bell.

Y volviendo al taxista. Resulta que no deseaba que tosieran porque no quería ponerse enfermo, no deseaba que hablaran por teléfono porque no quería escuchar conversaciones que no le le aportarían nada nuevo. Y la tercera era la más curiosa. Si llevabas reloj tenías que ponértelo a la hora del taxi. Él había creado su propio huso horario. Y si querías subir en su taxi, debías cambiar la hora.

Me dijo que era para vivir en su mundo y para sentir que él no se debía a los horarios de nadie y nadie le pedía que corriese. Y es que en su coche todo iba dos horas antes. Jamás llegaba tarde porque en su taxi siempre pronto...

Y os juro que derrochaba felicidad. Quizás todos deberíamos inventar nuestro propio horario. ¡Feliz domingo!