La rueda

El arte catalán de Sijena

Existe algo de injustificada superioridad nacional en est embrollo entre Catalunya y Aragón

JORDI MERCADER

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El 'conseller' Santi Vila debe estar leyendo estos días 'Strappo', la novela de Martí Gironell en la que se relata el viaje de las pinturas románicas de Santa Maria del Mur desde el Pallars Jussà a Boston. Una historia sobre el expolio al que los países ricos someten a los pobres argumentando la necesidad de preservar su patrimonio cultural de la destrucción, una reflexión que le vendrá muy bien para comprender lo que sienten los aragoneses ante la resistencia de su departamento a devolverles las obras de Sijena objeto de pleito.

Obras de Sijena en Catalunya hay muchas, algunas llegaron de forma legal al ser adquiridas antes de 1923, cuando el monasterio real de Aragón fue declarado monumento nacional. A partir de aquel momento, ni las monjas podían vender su patrimonio. Pero lo hicieron y ahora un juzgado ha dictaminado la irregularidad de la venta. Parecería que no hay más que hablar. Pero resulta que no se puede retornar lo reclamado porque estas obras figuran en el Catàleg del Patrimoni Cultural Català.

Las consecuencias negativas para la unidad de la colección del MNAC de la devolución del retablo salvado durante la guerra civil pueden llegar a comprenderse, pero la declaración del románico aragonés de Sijena como arte catalán es algo más que una argucia. Es un error, una falta de respeto a Aragón; la demostración de lo mal que ha envejecido la antigua amistad de la casa real aragonesa con la condal catalana.

Hay algo de injustificada superioridad nacional en este embrollo, una actitud muy poco apropiada especialmente en una circunstancia en la que se busca comprensión ante el conflicto político con Madrid. Es fácil imaginar cuál sería nuestra indignación si la Biblia de Ripoll encargada por el abad Olibab fuera exhibida en el museo Vaticano como arte romano. Como poco, les mandaríamos a los mossos para cambiar el rótulo.