Armadura blanca

Camino de la Casa Blanca. La que puede convertirse en primera presidenta de la historia de EEUU expresa su júbilo en un mitin del Partido Demócrata. La batalla final la librará contra el furibundo republicano Donal Trump.

Hillary Clinton celebra su victoria en las primarias del martesm en Brooklyn.

Hillary Clinton celebra su victoria en las primarias del martesm en Brooklyn. / DA

EMMA RIVEROLA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

«Tiene el cabello teñido de rubio, los labios carnosos y una mirada de acero azul, igual que una enfermera sádica de un hospital mental». La descripción es de Boris Johnson, el extravagante exalcalde de Londres, adalid del 'brexit', descabalgado aspirante a Dowing Street y flamante titular del Foreign Office. Así la describió en el 2007 en una columna en 'The Daily Telegraph'. Johnson no es un ejemplo de diplomacia, quizá tampoco de sensatez, pero su diatriba contra Clinton  es una clara muestra de los recelos que aún generan las figuras femeninas sin concesiones a la amabilidad. «Para una mujer es más difícil convertirse en una figura icónica», reflexionó la escritora Siri Hustvedt y citó como ejemplo a Clinton. La sociedad castiga la agresividad en la mujer. Puede darle el poder, pero es más difícil que la acepte como icono.

Brazos abiertos, sonrisa amplia, y una muchedumbre en el fondo. Clinton llamando al Olimpo de la historia. Su gesto es de acogida, un abrazo, pero la chaqueta blanca tiene algo de armadura y esconde el pecho y el cuello, como si necesitara proteger su cuerpo, ponerlo al abrigo de posibles enemigos. Quizá no se equivoca. Quizá se convierta en la primera mujer presidenta de EEUU, pero aún habrá patanes que le negarán su condición de líder ambiciosa. Para ellos, para muchos, no dejará de ser la enfermera sádica de Johnson.