Aquí ha ocurrido de todo

La novela gráfica de Richard McGuire es una de esas obras destinadas a cambiar un género

JORDI PUNTÍ

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Quizá porque el cómic, o novela gráfica, es todavía un lenguaje bastante nuevo, con margen para innovar, de vez en cuando aparecen libros destinados a cambiar (o ampliar) la tradición. Uno lee unas páginas y enseguida intuye que aquello transformará el género. En los últimos 25 años, por ejemplo, esta sensación era evidente en el caso de 'Maus', de Art Spiegelman (1992), 'Jimmy Corrigan', la obra maestra de Chris Ware (1995-2000) y, más recientemente con 'Here' (2014), de Richard McGuire, cuya traducción 'Aquí' acaba de aparecer en Salamandra Graphic.

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Una de las principales aportaciones de 'Aquí' es el juego con el espacio y el tiempo. McGuire hace algo revolucionario: se fija tan solo en un escenario -el salón de la casa donde creció- y lo contempla a lo largo de los milenios (sí, han leído bien). Las viñetas se superponen página tras página, van hacia atrás y adelante en los siglos -siempre llevan la fecha-, y así se puede reconstruir una especie de historia de la humanidad en pocos metros cuadrados. Donde ahora hay un sofá, hace 10.000 años lucía un prado donde dormía un bisonte, y dos siglos después jugaban unos indios; en el siglo XX unos chicos bailaban en el comedor y en el futuro -un día de 2126, cando la tierra sea un gran océano- pasará un tiburón.

Partiendo de esta idea sencilla -un espacio es la suma de todo lo que ha ocurrido allí a lo largo del tiempo-, McGuire crea una obra maestra. Cada época tiene su estilo de dibujo: los paisajes de hace dos mil años son simples bocetos; las épocas históricas son apuntes a lápiz, el futuro se perfila con una claridad digital. El lector pasa las páginas, los años se superponen y ve como crecen los niños, como envejecen, como se repiten las tradiciones familiares o desaparecen. Las paredes cambian de color, un ramo de flores del 2008 se marchita en el punto exacto en el que en 1901 un carpintero se subía a una escalera. Las posibilidades narrativas, ya se ve, son enormes, y McGuire les saca mucho partido.

En tantos años, es la primera vez que al escribir esta columna echo de menos la ayuda de una imagen, pero eso tiene solución: corran a comprar el libro.

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