La rueda

Aquí no pasa nada

De la calle, por muy cabreada que esté, no llegan hasta ahora impulsos que alteren la paz de los que mandan

CARLOS ELORDI

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Visto más allá de los titulares escandalosos y del tramposo griterío de las tertulias televisivas, la verdad es que en la política española lleva mucho tiempo sin pasar algo mínimamente importante, algo que modifique la realidad presente, que es todo menos buena.

Reducido el periodismo crítico a una a una expresión muy pequeña, el Gobierno, los partidos políticos y los grandes medios de comunicación, cada uno según el papel que les toca desempeñar en la farsa, realizan cotidianamente el ejercicio de ocultar esa inanidad y, al tiempo, la de presentar como iniciativas políticas que configuran un debate lo que no son sino meras consignas propagandísticas, tras de las de las que no hay nada.

De vez en cuando un caso de corrupción agita ese estanque. Pero a los pocos días, sus efectos se apagan. Y aunque el hartazgo acumulado por la corrupción pueda producir cambios políticos importantes dentro de un año, que eso habrá que verlo, hoy por hoy está bastante claro que el sistema tiene capacidad suficiente para asimilar todos los escándalos. Los que están en los tribunales y los que puedan llegar.

En España la corrupción todavía no ha provocado ni un atisbo de reacción por parte del poder económico que en última instancia, sin olvidar a los jueces, fue lo que en Italia produjo el gran cataclismo de 1992.

A la vista de tanta inanidad, cabría concluir que España es un país muy estable, que los fundamentos del poder son de una solidez que tienen difícil parangón en Europa. Por muchos sustos que haya dado, ni siquiera los sucesivos aldabonazos catalanes han alterado el sustancial statu quo que rige el país. Los gobiernos se suceden, cambian los protagonistas pero no las políticas. Y de la calle, por muy cabreada que esté, no llegan, hasta ahora, impulsos que alteren la paz de los que mandan.