La enseñanza en el siglo XXI

Aprender practicando

Los educadores deben adaptarse a unas generaciones curiosas que buscan respuestas inmediatas

SERGI SÁNCHEZ

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España está entre los países en los que los alumnos de 15 años destinan más horas a las tareas en casa, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un dato que ha alarmado recientemente a los padres de la escuela pública, agrupados en la Confederación de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (CEAPA). Los datos destacan especialmente si tenemos en cuenta que las jornadas que soportan los estudiantes pueden alcanzar las 60 horas semanales. La OCDE también destaca que en España los alumnos estudian en casa 6,5 horas semanales, frente a las 4,8 horas de media de los escolares de los países industrializados. Con todo, diríase que el debate de los deberes es cíclico, un debate que se mantiene ante la sociedad como un problema sin resolver, pues a día de  hoy en España no existe normativa al respecto.

Pero ¿son los deberes el principal problema de la educación contemporánea? Quizá deberíamos ir un poco más allá y plantear el supuesto problema desde la raíz. ¿Es necesario un nuevo modelo educativo acorde con las necesidades de los llamados nativos digitales y sin olvidar el avance vertiginoso y diario de una sociedad 3.0?

La polémica sobre el modelo educativo actual, el fracaso en las pruebas PISA o la fuga de talento, entre otros problemas, está pidiendo a gritos un cambio en el sistema. Un cambio basado en un modelo exigente con los resultados, experimental y motivador. Para obtener buenos resultados, al contenido académico hay que sumarle la neurociencia, el arte de aprovechar el funcionamiento natural del cerebro para aprender, y motivar el desarrollo de competencias profesionales como la gestión del tiempo, la organización, el trabajo en equipo o la autodisciplina.

El Informe Horizon, publicado en febrero de este año, indica las tendencias en la educación superior y aporta datos muy interesantes sobre los principales retos tecnológicos en el sector de la formación. Se trata de un proyecto de investigación diseñado para identificar y describir las tecnologías emergentes que puedan tener un impacto en el aprendizaje, la enseñanza y la investigación creativa en la educación. Cuestiones como el replanteamiento de los espacios de aprendizaje, los recursos educativos abiertos y pensados para compartir, el aprendizaje activo y multidispositivo, el fomento de la experimentación y la creatividad, entre otras, deberían ser el presente y el futuro inmediato de la educación en nuestro país.

No en vano, expertos internacionales en la materia, como el profesor inglés Richard Gerver o el pedagogo italiano Francesco Tonucci, opinan que debemos movernos hacia un modelo personalizado que saque lo mejor de nosotros mismos, y que para ello hay que transformar las aulas en «laboratorios experimentales». ¿Debemos hacer lo propio en casa con los deberes de nuestros hijos? La respuesta está en las reglas que instauramos en cada hogar, en el tiempo que invierten en las redes sociales y en los famosos grupos de Whatsapp, pero también en la motivación propia de nuestros herederos y en la que somos capaces de transmitir como educadores.

El método espiral, basado en el concepto más clásico  -y no por ello menos eficaz- learning by doing (aprender practicando), es un sistema motivacional orientado a los nativos digitales y pensado para la obtención de resultados. Somos nosotros, los educadores y psicopedagogos, los que debemos adaptarnos a las nuevas generaciones, que buscan la inmediatez en cada una de sus acciones pero que son incansables en el aprendizaje basado en su propia y ávida curiosidad. Utilizar una metodología basada en la técnica, que combine el entreno en la vida real y les ayude a desarrollar las capacidades y talento, exigiendo trabajos con rigor pero sin dejar de motivar al estudiante.

No hay que derogar, pues, el repaso de los contenidos en casa, pero quizá sí hay que revisar qué estamos enseñando y cómo. Y hacerlo de manera crítica, porque estamos ante generaciones que leen en pantalla, creen que todo es localizable en Google, prefieren la música y las imágenes por encima del siempre denso texto, utilizan con frecuencia el corta y pega y son almas devotas del autoaprendizaje. Son auténticos depredadores de la red, y si algo no lo encuentran en la Wikipedia, no existe.

Aprendamos de su destreza tecnológica nata y démosles las herramientas que necesitan para emerger en un escenario laboral. Debemos conseguir que los estudiantes sean protagonistas de su propia formación, pues han de aprender a desarrollar sus propias áreas de interés. Los profesionales lo tenemos claro: en la escuela y en casa hay que aprender practicando, haciendo algo que resulte útil.