Aprender de los Beatles

Era como si hubieran entrado en un campo musical virgen, donde casi todas las tonadas y compases musicales del pop estaban por descubrir

JORDI PUNTÍ

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Hacia la mitad de la película sobre los Beatles que se puede ver en nuestros cines -'Eight days a week','Eight days a week' dirigida por Ron Howard- aparecen unas imágenes extraordinarias, en blanco y negro, que son de piel de gallina. Se ve el campo de fútbol del Liverpool, Anfield, durante un partido en 1964. Miles de aficionados en las gradas que cantan 'She loves you' a la vez, y el ambiente no puede ser más festivo. La cámara se pasea por esos rostros y cuerpos apretados en las gradas. Jóvenes y niños y abuelos de clase trabajadora, todos hombres, bocas desdentadas, gorras gastadas y corbatas negras de domingo, todos cantando al unísono: he aquí el alma cruda de la ciudad de donde surgieron los cuatro Beatles. Podrían ser sus padres, y podrían ser también los padres de esas chicas que después iban a los conciertos de los Fab Four y gritaban histéricas y se desmayaban, como si las canciones y los alaridos las hicieran llegar a algún tipo de éxtasis, místico o físico.

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Esta proximidad al fenómeno tal como iba creciendo entonces es también lo que hace que la película sea muy recomendable. Seguimos la transformación musical y vital de los cuatro Beatles durante los 250 conciertos que hicieron por todo el mundo entre 1963 y 1966, y aunque creemos que ya lo hemos visto y oído todo, se aprenden cosas.

Es fascinante escuchar las conversaciones que tenían los cuatro en el estudio mientras componían a todo trapo, sobre todo Lennon y McCartney, con qué sencillez iban probando hasta que surgían estribillos que después hemos escuchado y cantado mil veces. Las imágenes de los cuatro chicos en las ruedas de prensa dan a entender que la complicidad inicial fue clave: ellos mismos reían de los chistes que hacían en las entrevistas, como si fuera la primera vez que las escuchaban, como compañeros de piso en una salida de fin de semana. Lo vivían todo con una ingenuidad que era valiosa, y única. Era como si hubieran entrado en un campo musical virgen, donde casi todas las tonadas y compases musicales del pop estaban por descubrir. La música posterior les debe un montón de canciones memorables, pero sobre todo les debe la pérdida de la inocencia artística.