Apártense los unicornios
Liliana Arroyo
Doctora en Sociología, especializada en transformación digital e innovación social. ESADE
LILIANA ARROYO
La revolución digital nos ha brindado oportunidades únicas para organizarnos. Jamás había sido tan fácil contactar o mantener la comunicación con personas de (casi) cualquier rincón del mundo. Con internet hemos descubierto el poder de lo que Jenkins bautizó como "cultura participativa": un entorno conectado en el que cualquier persona como tú y yo puede intervenir en la conversación. En la era de las redes sociales podemos jugar a ser consumidores y productores, convirtiéndonos en oídos y altavoces a la vez.
Esta marea "enredada" se orquesta a través de plataformas, intermediarios que si se ubican entre 'prosumidores', conectando necesidades y soluciones o recursos. Si el nivel de acierto es satisfactorio, el negocio ya está hecho y es redondo. Así nació la economía colaborativa, con plataformas donde poner en común si nos sobra una cama, un coche o un martillo. Pero la estructura no lo es todo: hace falta un timón que apunte hacia el beneficio común. De lo contrario, topamos con 'startups' nacidas para cazar suculentas inversiones de capital riesgo con ganas de apostar por el caballo más fuerte y más veloz.
Cuando los caballos se desbocan se convierten en unicornios, canibalizando el ideal de cooperación que dio origen a la economía colaborativa. La huelga reciente de los taxistas en Barcelona es solo un ejemplo de los impactos negativos generados por unas plataformas expertas en eludir responsabilidades y que aprovechan la disrupción tecnológica, para replantear el funcionamiento económico y redefinir el trabajo a su conveniencia.
Al mismo tiempo florecen alternativas 2.0. Cada día nacen más intentos de crear modelos de plataformas sostenibles y gobernadas por el ideal del máximo beneficio para el mayor número de personas. Las plataformas son medios que podemos usar para empoderarnos y organizarnos. Asistimos al surgimiento de la innovación de y para la ciudadanía, con movimientos como el cooperativismo de plataforma -donde los usuarios son a la vez inversores y decisores- o la versión administrativa como economías del procomún. Podemos soñar en grande porque la conjunción de muchas personas con un mismo deseo no tiene límites. Desde llevar internet a rincones rurales allí donde a las grandes compañías no les salen los números (como es el caso de Guifi.net), a mantener los precios de la factura de la luz cuando escasean el viento y la lluvia. Som Energia es la alternativa a las grandes empresas y parte de la solución para la pobreza energética. Incluso aquí, donde las infraestructuras de servicios básicos gozan de privilegios negociados en las puertas giratorias.
Son dos casos maduros y crecientes que demuestran cómo las alternativas sociales y de escala razonable pueden nacer en cualquier momento y lugar. La clave es la cooperación y la gobernanza en pro de los derechos humanos, la inclusión y la equidad. Estamos tomando nota, así que apártense los unicornios y el 'statu quo', que llegamos desde abajo y venimos a innovar.
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