Una cuestión pendiente de la sociedad española

El antisemitismo latente

Nadie sopesa cambiar que la máxima condecoración del Estado recuerde a quien expulsó a los judíos

XAVIER RIUS

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La tormenta de 17.692 tuits antisemitas realizados tras la victoria del Maccabi de Tel-Aviv frente al Real Madrid, en la final de la Copa de Europa de básquet, son una muestra del antisemitismo que persiste en el subconsciente de sectores de la sociedad española. Parte de esos tuits incitando al genocidio fueron realizados desde cuentas con seudónimo por lo que, dada la legislación del medio, sus autores difícilmente serán localizados. Otros muchos fueron emitidos desde cuentas con titulares identificados.

En ocasiones desde asociaciones judías se califica equivocadamente de antisemitas las legítimas críticas a la política de Israel o las denuncias de los atropellos que este estado ha cometido con los palestinos. Ello ocurrió, por ejemplo, hace 10 días cuando una asociación proisraelí denunció por incitación al odio y antisemitismo a los participantes en una acción de protesta en la Secretaria d'Universitats i Recerca de la Generalitat, en contra de que se firmen acuerdos con universidades y centros de investigación israelís con sede en Cisjordania. Pero este no es el caso de la tormenta de tuits con mensajes judeofóbicos y de exaltación del holocausto vivida el pasado domingo.

Es un hecho que la inmediatez y anonimato de Twitter facilita que se insulte y se difunda cualquier barbaridad. Y en el contexto de exaltación del hincha de fútbol o básquet, esos improperios que se dicen en el campo o en el bar ante el televisor, junto a otros hinchas, hay quien no se contiene y los traslada a la red. Pero ni siquiera tras cualquiera de las múltiples victorias del Barça de pasadas temporadas, cuando el proceso independentista catalán ya se había iniciado, se lanzaron por Twitter mensajes insultantes del calibre y cuantía de los del domingo después de la victoria del Maccabi. Y es que el antisemitismo o antijudaísmo permanece en las entrañas del subconsciente colectivo, sin que la sociedad admita este hecho.

A modo de ejemplo recuerdo que la máxima condecoración del Estado español es la Cruz de la Orden de Isabel la Católica, la cual se ganó dicho nombre tras expulsar a los judíos, a los musulmanes y reactivar la Inquisición contra los cristianos díscolos. Y paradójicamente el Gobierno español concedió dicho galardón al responsable de la diplomacia europea, Javier Solana, y al exministro de Asuntos Exteriores, Carlos Westendorp, que fue Alto Representante Internacional en Bosnia, por el trabajo de ambos por la paz y la convivencia en los Balcanes. Y el ideal de una España sin judíos, musulmanes ni cristianos desviados de Isabel la Católica no era muy distinta de la Gran Serbia ortodoxa de Milosevic, que combatieron Solana Westendorp. Se dice que España no es antisemita, pero la máxima condecoración del Estado lleva el nombre de quien mandó al exilio a los judíos sin que ninguna institución se haya planteado cambiarlo. No nos extrañemos, pues, de que sectores del pueblo llano digan lo que digan después en las redes sociales.