Al contrataque

Antes de romper

EL CALOR ABARROTA LAS PLAYAS DE BARCELONA_MEDIA_2

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MANEL FUENTES

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Se acabó el descanso. Por lo menos tal y como lo conocimos. La oferta y el estímulo permanente inundan nuestras pantallas líquidas. Lo inundan todo y nos empujan a que nos sumemos a ese ritmo hiperactivo. El aburrimiento ya no se concibe sin mala conciencia. Y es que podemos saber de todo a cualquier hora. Podemos consumir todo a cualquier hora. Podemos producir de todo a cualquier hora. Y si no, empieza a crecer un sentimiento de ostracismo posmoderno. El miedo a quedarse fuera.

El móvil es una autopista colapsada de infinitos carriles. Nuestro mundo, un 'seven eleven' permanente donde hasta el tiempo está estresado. Laboral o vacacional. Invernal o estival. Casero o foráneo. Los que tienen un trabajo cada día se lanzan a la lucha de tener que hacer más por menos, reuniones, 'mails' y 'wasaps' sin tregua, y los que no lo tienen, se entregan a infinitud de cursos y entrevistas para intentar volver a salir a flote.

La Navidad ya es rehén del consumo, la prisa, el paquete, el atracón. Semana Santa es un suspiro en el calendario escolar y un puente largo, (en el mejor de los casos) para los sufridos progenitores, y ahora, el estrés de la vacación estival. El estrés del que la hace y del que no. Del que deposita su confianza y dinero en la compañía aérea equivocada o del que trata de hacer equilibrios entre su trabajo y las eternas vacaciones de sus hijos.

Nada es sencillo, y descansar es un oasis que solo se logra o se estropea tras pasar por aeropuertos, colas y cacheos; autopistas, colas y peajes, o embarques, aglomeraciones y calor. En un mes, ¿cuántos padres y madres terminarán pidiendo a gritos que sus hijos vuelvan ya al colegio? ¿Cuántos llegarán a sePtiembre sin haber descansado realmente?

SIN TIEMPOS MUERTOS

Se extinguen los espacios para no hacer nada. Nadie ni nada los facilita. Se acabaron los tiempos muertos. Nuestro tic-tac social permanente nos lo niega. Consumir y vivir reposadamente requieren hoy una militancia que muchos consideran antisistema. Aplaudo a los que se apuntan a romper el ritmo constante, a los que reconquistan el silencio, a los que le dan una oportunidad a la inacción, al aburrimiento, a la pausa… porque así podrán sacar oro de ella.

Aplaudo a los que se apuntan a paladear la música en vinilo, a los que gozan tanto o más de la sobremesa que de la mesa, a los que se bajan unos días de la conexión permanente. En verano aplaudo a los peces más que a las redes, a las sombras más que a las brasas, a los viajes interiores más que a los que deben pasar control de pasajeros.

Esta es una invitación y loa a la pausa. Una llamada a la desobediencia de este trajín sin tregua, de este tiempo comprimido que nos deja sin aire. Es inadmisible que hasta en vacaciones mande el estrés, porque una sociedad sin espacios ni pausas, es un colectivo de personas a punto de romper. Cuidaros mucho.