40 años

Cuarenta años no es nada. De acuerdo, hemos vivido una transición a la democracia, y un intento de golpe de Estado, y una uniformización centralista y un Gobierno socialista que significó el supuesto cierre del círculo histórico. Por fin, después de la dictadura, volvían al poder los herederos ideológicos de los que perdieron la guerra. De acuerdo, se estabilizó la democracia con un sistema prácticamente bipartidista que solo se rompía (o se solidifica, depende de la óptica) cuando uno de los dos partidos precisaba el apoyo de grupos menores que abogaban por la supervivencia de su cercado, territorial y patrimonial. De acuerdo, hemos avanzado en muchos aspectos, en costumbres y en la libertad, en la posibilidad de acceder a ideas que eran perseguidas y que después pudimos compartir y expandir. De acuerdo, hemos evolucionado hacia Europa y probado el deseo de ser modernos e innovadores, y hemos sido, también, uno de los países con más sensibilidad hacia los deseos sexuales de cada uno.

Y muchas más cosas. Pero resulta que 40 años no es nada. Apenas un murmullo en el griterío de los tiempos. La Audiencia Nacional ha decidido que era lógico y legal e incluso necesario que se otorgara una medalla a Nuestra Señora Santísima del Amor, y que condecorar a una Virgen no es «irracional ni arbitrario». Han pasado 40 años, pero según y cómo estamos en el mismo lugar donde estábamos. El brazo incorrupto de Santa Teresa continúa bendiciendo a la patria.