Los desafíos de la nueva época
El año 2050 es hoy
Pagamos las consecuencias de decisiones no tomadas a tiempo por no mirar más allá del presente
Francesc Reguant
Economista. Miembro del comité asesor de la Acatcor (Associació Catalana de Comunitats de Regants).
FRANCESC REGUANT
Hace 50 años ya se hablaba de llevar en tren las mercancías del puerto de Barcelona a la frontera con un tercer raíl de ancho internacional. Alguien no hizo los deberes y por el camino ha quedado un rosario de oportunidades perdidas. Hace 15 años, cuando se decidió impulsar las plantas de secado de purines a través de la llamada cogeneración, se descartaron las opciones más ventajosas en términos de consumo energético y de impacto medioambiental. Deslumbrados por las ganancias que ofrecían unas políticas energéticas insostenibles nadie pensó que los precios del petróleo se multiplicarían, así las decisiones sobre deyecciones ganaderas ya eran obsoletas cuando se tomaron. Hoy pagamos las consecuencias de decisiones no tomadas a tiempo, o simplemente mal tomadas, por no mirar más allá del presente.
Estamos en el umbral de una época con grandes retos en los ámbitos de la energía, del agua, de los alimentos, del medio ambiente, del cambio climático; con grandes desajustes sistémicos, donde la desigualdad económica y social es el hecho más sangriento. Y, todo ello, cuando la ciencia y la tecnología nos permite vislumbrar un paisaje lleno de posibilidades. Es decir, tenemos grandes problemas, tenemos buenas herramientas para intentar resolverlos pero tenemos unos recursos cada vez más escasos. Y en Catalunya, aún más escasos. Todo ello nos indica que se acercan muchos cambios. Hay preverlos y gestionarlos a tiempo.
Pero no vamos por buen camino. Por ejemplo, una lectura rigurosa de los programas sobre energía delata que se trabaja sobre supuestos muy contaminados por el presente y poco creíbles. Otro ejemplo es el agua, falta coordinación y planificación a años vista y faltan criterios claros sobre las prioridades. Ante los grandes temas estratégicos, en cuanto surgen posiciones enfrentadas, se prefiere la política de dejar pasar el tiempo. Pero un escenario de recursos escasos propiciará tensiones que el tiempo no solo no resolverá sino que acentuará. Las guerras, cruentas o no, del siglo XXI lo serán por los recursos. ¿Nos estamos preparando hoy para tener éxito en un entorno que se vislumbra de mayor dificultad?
El mundo se está haciendo más pequeño, a la vez que las necesidades están aumentando. No es fácil pasar de la cultura de la abundancia, aunque se base en un espejismo, a la del esfuerzo y la austeridad. No es fácil pasar de la cultura del crecimiento indefinido a la de la sostenibilidad, del reciclaje, del ahorro, de la previsión. Tendremos que reforzar los valores de la responsabilidad, con una visión más amplia y más social, ya que no habrá margen para atender a todos los intereses, ni todas las demandas. La selección de las prioridades requerirá rigor, criterio y capacidad para lograr consensos.
Pero un obstáculo importante está en las dinámicas actuales de representación política, desde donde se diseñan las estrategias de desarrollo y se dirigen los diferentes estamentos públicos. Mientras la legislatura sea el único horizonte temporal sobre el que se toman las decisiones, llegaremos tarde a todas partes y se tomarán decisiones equivocadas desde la miopía del corto plazo. El sistema actual de representación facilita, en tanto que no impide, la permanencia indefinida en los cargos. No es un tema menor ya que, a pesar de la buena fe que se supone, entra en contradicción la defensa del servicio público con la mera defensa del puesto de trabajo. No es casual que los partidos hayan erigido sólidas estructuras endogámicas de profesionales de la política, donde la renovación es palabra maldita. Pero apostar por el futuro conlleva tomar decisiones que no siempre son bienvenidas por los ciudadanos, dado que las ganancias, o las pérdidas a evitar, no son evidentes. A políticos preocupados por su lugar de trabajo les costará adoptar propuestas que puedan incomodar a posibles electores. Así, dejar pasar el tiempo ante los retos estratégicos es, a menudo, la opción preferida.
Asimismo, pensar en el futuro no siempre tiene buena prensa, eso es cosa de visionarios, gente que no tiene los pies en el suelo. Incluso se atribuye a Keynes la frase «a largo plazo todos calvos». Pero siempre hay quien quiere ir a contracorriente. Recientemente ha empezado a andar la plataforma AgroFórum formada por 26 entidades, entre ellas colegios profesionales, instituciones técnicas y científicas, empresas y entidades relacionadas con el mundo agroalimentario, con el fin de pensar en el año 2050, es decir, pensar en el largo plazo, buscando en todo el mundo tendencias, nuevas técnicas, nuevas soluciones. En otras palabras, imaginando el futuro. La olla de las nuevas ideas está hirviendo, y se quiere saber que se cuece y hacer degustaciones para si lo que se cuece gusta o es útil.
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