Análisis

La guerra y el 'bullying'

RAFAEL VILASANJUAN

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Cuántas primaveras vividas y qué pocas acaban saciando los anhelos de quienes salieron a conquistar libertades en las plazas públicas. Las protestas de la plaza Maidán en Kiev no han sido una excepción y un año después de que empezaran, Ucrania camina por una senda incierta hacia el futuro.

Lo que empezó como una revuelta contra un Gobierno tan corrupto como los que le habían precedido ha derivado en un nuevo frente en la carrera de Vladimir Putin por ensanchar su espacio de influencia. En términos humanos el conflicto no tiene comparación con los de Siria o Irak, pero en términos geoestratégicos, Ucrania es la principal amenaza a la estabilidad en Europa y por tanto debería ser su principal desafío. Aunque por el número de víctimas, incluyendo las del atentado del avión malasio, de momento no sea una guerra abierta como aquellas, el numero de muertos supera ya los 4000.

Los que reclamaban el apoyo a Europa para construir un país nuevo y pedir perdón a Rusia por las molestias, han pasado a segundo plano. El cálculo de una revuelta pacífica acabó por fracasar por ambos lados. Ni Europa ni EEUU están dispuestos a emplear mucho más que su diplomacia. Rusia, en cambio, no ha dudado en enviar su ejército. Primero ocupó Crimea, luego las provincias del Este.

A Putin no le hizo falta agudizar la imaginación. Tenía leído el guion que ya había puesto en escena en Georgia con las regiones de Abjasia y Osetia, y con los separatistas en Moldavia. Apoyó a los grupos rebeldes de etnia y lengua rusa primero, para ubicar sus tropas después y controlar de facto el territorio. Este modelo es el que ahora le permite controlar el Este de Ucrania en régimen de protectorado.

Un año después solo una perspectiva puede cambiar el horizonte. Los economistas revisan regularmente a la baja las previsiones de crecimiento ruso. Si el petróleo sigue bajando, el Kremlin empezará a entrar en aprietos de liquidez. Tal vez entonces el problema de Putin se traslade al interior de Rusia y abandone su ambición por recuperar fronteras del pasado. Mientras tanto no parece que Moscú vaya a facilitar un acuerdo.

Las acciones del Kremlin hasta ahora, utilizando toda la fuerza militar, económica y energética contra un estado soberano, no sugieren que esté interesado en un arreglo. Mas bien al contrario, el apoyo a los rebeldes mantiene la presión al Gobierno de Kiev, le impide dedicarse a las necesarias reformas internas y sobre todo frena su estrategia de acercarse a la UE. Ni siquiera la división federal con devolución de poder a las regiones y en especial las de Donetsk y Lugansk, al este del país, ha servido, de ahí que el Presidente Poroshenko quiera revocarlo.

Autoproclamadas republicas independientes, el camino hacia un nuevo enfrentamiento está abierto. La inestabilidad tiene todavía mucho recorrido. Tal vez no será una guerra abierta pero sí un conflicto congelado, el punto crítico con el que Putin ha descubierto cómo hacer bullying a occidente.