Amparo

Se puede alegar que la declaración rupturista de Junts pel Sí y la CUP es un intento desesperado de Mas para contentar a los más radicales. Se puede decir que no se entiende por qué había que hacerlo con tanta rapidez y aceleración. Se puede incluso afirmar que una declaración de este tipo solo se debería poder realizar después de unos resultados que fueran más contundentes que los del 27-S. Algunos podrían poner sobre la mesa -justamente los que negaban que fuera un plebiscito- que el número de votos no es suficiente ni rotundo y que ahora no vale contar escaños.

Todo esto es posible y podemos hablar de ello. Es evidente, sin embargo, que una mayoría absoluta de los parlamentarios, con todo el derecho del mundo, llevan al pleno un papel que se deberá discutir y aprobar. Como ha ocurrido tantas veces, como es normal que pase en un parlamento elegido democráticamente. Lo que es inconcebible es que haya partidos que nieguen incluso la posibilidad del debate. «Hemos estado a la altura», ha dicho Arrimadas, y, aquí, estar a la altura significa procurar que unos jueces dictaminen que una idea política no se pueda discutir en el foro político por definición. Me temo que el «desafío al orden democrático» viene de parte de aquellos que dicen que lo defienden. La democracia es jugar con armas similares y no hacer recursos de amparo contra un documento que todavía no es sino una potencialidad. ¿Qué pretenden, que ni siquiera se pueda hablar? Qué tristeza.