Pequeño observatorio

Amigo lector: espero que me espere

JOSEP MARIA ESPINÀS

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Apartir de mañana empezaré a hacer vacaciones del artículo. La dirección de este diario me programa unas semanas de abstinencia que tengo que agradecer porque el artículo de cada día tiene un componente de droga. En el sentido que crea hábito y establece una especie de dependencia. Supongo que esta dependencia también se puede encontrar en otros ejercicios profesionales. Más de un gerente de empresa echará de menos la tensión propia de una actividad profesional. Puede aparecer una pregunta desalentadora: «¿Y ahora qué hago?». Una 'vacación' es un tiempo dedicado a vagar, a estar libre de un cargo, de un trabajo. A estar desocupado. Pero el lector sabe muy bien que, paradójicamente, muchos ciudadanos dedican este tiempo 'vacío'por llamarlo así, a llenarlo con actividades.

En nuestra cultura, tan llena de ofertas y de estímulos, descansar no es fácil. La idea del ocio no suele ser satisfactoria porque responde a un hecho que nuestra civilización no aprueba: la inactividad. Se trata de trabajar, de rendir, de trepar por la escala de los compromisos y la responsabilidad. La palabra 'negocio' es rotundamente expresiva: «negación del ocio». Esto es compatible con la habilidad de algunos avispados que logran fortunas solo haciendo una llamada de teléfono. Aquella condena divina que dice 'ganarás el pan con el sudor de tu frente' hoy ha pasado a ser ridículamente simbólica. Cada día nos cuentan que alguien, sin tener que sudar, se ha ganado unos cuantos 'panes' millonarios.

Pero bajemos a nuestro mundo. No toda la gente tiene dinero para comprar un modesto verano. El ocio se ha hecho muy caro. Incluso en agosto se añade, para muchos, el sueño laboral. Yo pienso trabajar estos días de vacaciones. Es mi destino desde hace muchos años. El escritor que soy no está muy capacitado para saber arrinconar la máquina de escribir.

Agradezco, amigo lector, la compañía. Y espero reencontrarnos a finales de agosto.