Editoriales

La amenaza de la burbuja turística

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Aparte de previsión de votos y valoración de los líderes políticos, el último barómetro municipal de Barcelona conocido el martes incluía una novedad ya detectada por el realizado por el GESOP para este diario: el turismo y sus efectos se han situado por primera vez entre las cinco principales preocupaciones de los barceloneses. El dato pone sobre la mesa el permanente debate sobre el encaje del turismo en una ciudad que recibe 27 millones de visitantes al año y que no quiere morir de ese éxito que la encumbra entre los mayores polos de atracción del mundo.

No hay duda de que frente a la amenaza del monocultivo turístico se están desplegando esfuerzos. Medidas como el blindaje de hoteles, bares o restaurantes en la Rambla, y el impulso paralelo de negocios culturales, pueden ser buenas iniciativas para pacificar una de las vías más congestionadas del mundo. Pero las estrategias deben ser más amplias y abarcar zonas cuyos vecinos soportan una presión turística asfixiante, como el Eixample o Ciutat Vella. El turismo, y no solo en Barcelona, constituye un motor fundamental en tiempos de vulnerabilidad económica pero, llevado por el beneficio a corto plazo, amenaza con convertirse en otra burbuja hinchada por un exceso de oferta. Y las burbujas acaban pinchando. La marca Barcelona debe incluir un modelo Barcelona de turismo basado no solo en el aumento de visitantes sino en una oferta de calidad que lo aleje del parque temático urbano. El reto sigue abierto.