Análisis

Ambigüedad al límite

JOAQUIM COLL

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Tras la Diada, Artur Mas ha iniciado su auténtica cuenta atrás. Se ha comprometido, antes de finales de año, a fijar la pregunta y la fecha de la consulta. Pero es evidente que no va a poder contentar al mismo tiempo a tanta gente. Tendrá que elegir entre Oriol Junqueras o Duran. Optar por la vía rupturista del primero sin descartar la sinuosidad del segundo, es una proeza de equilibrismo que no podrá mantener mucho tiempo. El forzado consenso que se ha ido tejiendo sobre el llamado derecho a decidir, que encarna con todos sus defectos el documento de Joan Rigol, saltará por los aires cuando toque concretar mucho más. Su insulso redactado explica que Foment del Treball lo haya suscrito al mismo tiempo que rechaza adherirse al Pacte pel Dret a Decidir. Puesto que «decidir» es un verbo transitivo lo importante es el complemento directo que lo acompaña. ¿Alguien puede estar en contra de «decidir» en abstracto? Lo esencial es saber sobre qué decidimos, en base a qué, cuándo y, sobre todo, con qué consecuencias. Es imposible poner de acuerdo a los que piensan que es un derecho unilateral con los que saben que solo tiene sentido si es el resultado de un acuerdo dialogado en un marco legal reconocido.

El miércoles Mas dio a ratos la impresión de buscar una salida que pudiera ser avalada o tolerada por el Gobierno español, mediante una consulta en que implícitamente se reconozca que Catalunya es un sujeto político con «capacidad de decidir su futuro». No habló de Estado propio ni de independencia. Ayer, en cambio, en el turno de réplica a Pere Navarro, descalificó las terceras vías por infructuosas y, específicamente, cargo contra la alternativa federal, que dijo desconocer. Sorprende que todavía no haya querido reunirse con Alfredo Pérez Rubalcaba para que le explique el documento aprobado por los socialistas en Granada. Sencillamente, a CiU nunca le ha gustado el federalismo, ni antes ni ahora. El nacionalismo huye de lo racional, prefiere la «viscosidad», ha dicho con acierto el periodista vasco José Antonio Zarzalejos. Pero que deteste la claridad federal no significa que Mas rechazase in extremo otros caminos sin ruptura, como podría ser una lectura expansiva de la Constitución para que el concepto de foralidad fuera aplicable también a Catalunya. ¿En esta tercera respuesta trabaja Duran?

Hemos entrado en un tiempo de especulaciones fatigosas y de hastío. Y si no hay consulta, como parece más probable, ¿entonces qué? Elecciones anticipadas, pero ¿cuándo y para hacer qué? ¿Concurrirían juntas CDC y ERC con el propósito de declarar la independencia condicionada a un referendo ratificatorio posterior? Demasiados interrogantes. Donde no hay mareos ni ambigüedad es en el anuncio de que los trabajadores de la Generalitat perderán otra paga extra en 2014. Escudarse en que se subsanaría si el Gobierno español pagase los 500 millones calculados del recurrido impuesto sobre los depósitos bancarios, es una burla al derecho de los empleados públicos a decidir sobre su salario.