NEGARÉ QUE LO HE ESCRITO

Ama lo que haces

Amar lo que haces es el único destino que no está escrito en ningún sitio

Una pareja se abraza en el malecón de La Habana, en Cuba.

Una pareja se abraza en el malecón de La Habana, en Cuba. / AE/AO

RISTO MEJIDE

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Ama lo que haces. Otra frase de autoayuda barata que descubro grafiteada sobre la tapia de un local de Madrid ya cerrado y en venta. Otro consejo petardo que llegó tarde. Otro deseo cursi que jamás se cumplió. O igual sí, quizás amaban desaforadamente lo que hacían y justo por eso quebró el negocio y tuvieron que echar el cierre. El caso es que ya no están. Su sueño quedó ahí, tapiado tras un grafiti. Todo un epitafio, pero en versión industrial. Y ahora que no están, sólo nos queda admirar su belleza. Como todas las cosas imposibles, es tremendamente utópica, y por lo tanto bella. O quizás no. Como si el anterior propietario hubiera querido legarnos algo bueno tras su fracaso. Como si nos apuntara con el dedo desde su nueva vida y nos advirtiera que el camino no está donde estamos. Con su permiso, don Paulo.

SE ACABÓ LO QUE SE DABA 

Ama lo que haces. La vida es demasiado corta como para tener que odiarlo. O simplemente, para que te dé igual. El día menos pensado se acabó lo que se daba, y te encuentras pintando tu grafiti con el espray amargo del con lo que yo he sido, la brocha gorda del ya te lo dije y entre las inútiles lágrimas de un ahora verán. Créeme, los que hemos rectificado lo suficiente sabemos de lo que estamos hablando. Amar lo que haces es el camino más fiable hacia lo más parecido a la auténtica felicidad, el único destino que no está escrito en ningún sitio, porque se encuentra en recorrer cualquier camino sabiéndolo disfrutar.

Ama lo que haces. Son 24 horas para todo el mundo. Para el príncipe, para el mendigo y para los que hacemos lo que podemos. Si le restas ocho que pasamos, idealmente, durmiendo. Si quitas cuatro que pasamos, como media en este país, ante la tele. Ya, ya sé que es increíble, pero no es momento de hablar de ello. Seguimos restando vida. Si le quitamos dos horas en transporte e intendencia diaria. Y si le restas mínimo dos más para alimentarse o ingerir cualquier cosa –que no es lo mismo–, qué nos queda. Pues eso, justamente, las ocho horas al día, o lo que haces en la vida. Un tercio de tu existencia. El tiempo que la vida te deja para todo lo demás.

AMAR HASTA EL FONDO

Ama lo que haces. Pero ámalo de verdad. Y negaré que lo he escrito, pero amar, lo que se dice amar hasta el fondo, nunca es del todo perfecto. Siempre hay que estar dispuesto a odiar el hecho de amarlo tanto. Porque amar profundamente es una putada, para qué nos vamos a engañar. Amar lo que haces es perder el sueño cuando las cosas no acaban de funcionar. Amar lo que haces es llevarte los problemas a la cama como si de problemas de salud se tratasen, los únicos de los que jamás te puedes desnudar. Amas lo que haces cuando no eres capaz de pensar en otra cosa, cuando te da pereza dejar de pensar.

SOLO PUEDE SER VERDAD

Y sin embargo, aun así, el grafiti y yo te insistimos: ama lo que haces. Vale la pena. Sobre todo porque dicen que amar, lo que se dice amar, rara vez es una opción. Bueno, puede que uno nunca decida de qué se enamora. Pero uno sí puede decidir aquello que quiere cuidar.

Muy bonito, pero cómo se empieza, preguntas mientras clavas en mi pupila tu pupila azul.

Se empieza como se empiezan todas las cosas buenas, se empieza siempre por el final.

Se empieza por hacer lo que amas.

Tan utópico, sencillo y estúpido que sólo puede ser verdad.