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MANEL FUENTES

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El Barça sigue perdiendo los detalles que le dieron la excelencia. Y uno al que renunció hace tiempo es el de la buena comunicación institucional. El legado de un sentimiento histórico más la potencia de las sensaciones generadas desde el césped en los últimos años, con una evolución del estilo y una armonía en el juego casi más propia de la danza que del fútbol, no se ha sabido capturar para el crecimiento del propio club. Toda organización debe expresar sus valores en cada gesto, cada detalle, si no quiere generar interferencias ni cortocircuitos en su mensaje.

El Barça es un equipo global, y como tal debería actuar. En su gestión empresarial. En cómo se muestran en público sus miembros. En sus discursos institucionales. En cómo se comunican los cambios a los socios, como el caso del acceso de los niños al campo. En los últimos años el único que lo ha sabido hacer es Guardiola, y, claro, desde el Barça lo hizo básicamente para sí mismo. Manel Estiarte fue una figura clave para ello, al igual que quienes se escuchaban las ruedas de prensa del entrenador rival desde una sala anexa antes de que Pep saliera a dar la suya, para que nunca le pillaran en fuera de juego. Dará más o menos rabia, será más o menos creíble, pero lo que es innegable es que él supo construir su discurso. En el campo y en la prensa. Mientras eso sucedía, el club no entendió que, por ser artífice del éxito, junta e imagen corporativa debían fortalecerse también. La ambición política y sus deslices personales no ayudaron a que Laporta diera en ocasiones la mejor imagen de un presidente del Barça, como a Rosell tampoco su no preparación de entrevistas y discursos.

Actuar con amateurismo

Y eso que a ninguno de los dos les faltó un Pepito Grillo que les hablara de la importancia de construir y capitalizar el relato, de formar parte de la leyenda. Nunca estuvieron por la labor. Y en tiempos de vino y rosas, las flores raramente fueron para el palco, que, nos guste o no, es el que encarna la decisión de los socios y representa al club institucionalmente. En determinadas parcelas actúan con el amateurismo de un grupo de amigos que desde la junta deciden más desde el instinto que desde la exigencia de la responsabilidad. Y es triste que no se valoren más a sí mismos, cuando fueron quienes pusieron en marcha y dieron continuidad al que fue el mejor equipo del mundo. Ahora, con el enigmático adiós de Rosell y con los casos de Neymar y Messi y otros líos, hay demasiadas nubes por disipar.

En comunicación hay que ser excelso en la acción y en la reacción, detalles que nunca han contemplado. Tal vez el último ejemplo de falta de exigencia ha sido la frase elegida para recordar a Tito Vilanova, Per sempre etern. ¿Es que hay alguna eternidad que no sea para siempre? Cuando no se conoce el valor de las palabras, más que trascender con ellas lo que se roza es la banalidad. Aunque estés cargado de buenas intenciones.